Con pruebas no fiables de covid-19, se decide la hospitalización en el HPAS

La Organización Mundial de la Salud sí incluye a las pruebas de antígenos dentro de sus test para detectar el virus. Sin embargo, advierte que sus resultados no son 100% fiables. Foto: Archivo / EL COMERCIO

Es viernes, en las puertas del Hospital Pablo Arturo Suárez de Quito (HPAS), tres guardias están de pie a la entrada de la zona de triaje de covid-19, así se conoce al punto de atención para personas con síntomas de esta enfermedad.


Ellos son el primer filtro de control. Preguntan qué síntomas tienen y desde cuándo están con las molestias. Dependiendo de la respuesta los dejan pasar o buscan asesoramiento a través de equipos de radio.   


Las personas que ingresan lo hacen solas. Los familiares deben quedarse en los exteriores del hospital. Unos esperan en sus vehículos, otros en taxis y algunos sentados en las veredas.  

Adentro, el paciente pasa a una sala de espera hasta ser recibido por el médico de turno. A las 12:00 del 14 de enero pasado, justo en plena ola de contagios, estaba al frente de esa unidad una doctora. Ella entrevistaba a cada persona. Preguntaba los síntomas y si habían tenido contacto con otros portadores del virus.   


En la sala de espera, la mayoría de pacientes tenía más de 40 años. Una de ellas, incluso, sobrepasaba los 73 e ingresó en silla de ruedas y tenía un tanque de oxígeno.   


La doctora, quien no da su nombre a los pacientes, con un estetoscopio verifica el estado de los pulmones. Con un oxímetro toma la saturación, síntoma clave para saber si el paciente necesita oxígeno.   


Una señora de 61 años marcaba menos 83. La doctora la envió a una sala contigua para abastecerle de oxígeno. Allí hay otro paciente. Vestido con un calentador de color azul, cuenta que le falta el aire desde hace unos días. Él llegó con una prueba que confirmaba que tenía el virus. 


Después de unos minutos, la doctora le comunica que será hospitalizado. Le pide que se ponga una bata y que coloque toda su ropa en una bolsa de plástico, para luego entregársela a sus familiares.   


Unos minutos después se escucha un ruido en la puerta de acceso. Un hombre de 60 años, vestido con un pantalón café y una chompa negra, ingresa quejándose de dolor. Un guardia lo sostiene del brazo y de inmediato un enfermero lo asiste. “Tiene taquicardia y satura bajo”, dice, mientras lo llevan apresurados a una camilla. “¿Está con familiares?”, pregunta el enfermero, y el guardia responde que el paciente llegó solo.   


La doctora ordena que le realicen una prueba para detectar si tiene covid-19 y una tomografía. El mismo pedido realiza para la mujer de 61 años que saturaba bajo.   


Mientras los dos pacientes esperan, los guardias avisan en voz alta a los familiares de quienes fueron evaluados y el diagnóstico indica que requieren hospitalización.  


Es el único momento en que los parientes pueden ingresar. Tienen que firmar una autorización y les entregan las pertenencias que están en las bolsas plásticas.   


Apenas el trámite concluye, los guardias les obligan a salir de inmediato del hospital.   


El silencio de las salas se interrumpe con la voz del señor de 60 que estaba con taquicardia. “No me mande doctorita, estoy mal, si usted me manda me voy a morir”, le dice el hombre mientras junta sus manos en señal de súplica.   


La doctora le dice que no lo puede tener en el hospital porque el resultado de la prueba salió negativo para covid-19.  

“Usted no está contagiado, si le tengo aquí sí se puede contagiar”, le responde la médica. El hombre insiste en que se siente mal, pero los guardias le piden salir. La doctora ya no habla con él.   


A un costado, la mujer de 61 años que requería oxígeno se queja de dolor. No ha comido y ha pasado siete horas sentada en una sala fría. La doctora dice que no le pueden dar ningún medicamento hasta que sea internada y luego se va.  


Tras unos breves minutos, regresa y emite el mismo diagnóstico que al hombre con taquicardia. “Señora, no tiene covid, la prueba salió negativa”, dice, mientras le explica que también debe ir a otro hospital porque requería oxígeno. 


Le entrega el resultado de la prueba y la tomografía con síntomas de neumonía. “Vaya al Hospital Eugenio Espejo o al Docente de Calderón y entrégueles la prueba negativa y la tomografía”, señala la galena, que está a punto de culminar su turno.   


Pruebas de antígenos

Los dos diagnósticos que sirvieron para enviar a los pacientes del hospital fueron realizados con base en una prueba de antígenos. La doctora de turno indicó que las pruebas PCR se tardaban tres días.   


La Organización Mundial de la Salud sí incluye a las pruebas de antígenos dentro de sus test para detectar el virus. Sin embargo, advierte que sus resultados no son 100% fiables y recomienda que “no debe interpretarse que los resultados negativos de la prueba descartan una infección por otros coronavirus”. 


Además, establece que “el resultado de las pruebas deben evaluarse siempre junto con los demás datos de que disponga el médico”.  


Esto último, precisamente, fue lo que hizo la mujer de 61 años tras salir del Pablo Arturo Suárez. Ella acudió a dos clínicas privadas del norte de Quito. En esos centros, los médicos dijeron que la prueba de antígenos negativa no era una certeza para descartar el covid-19. Tras verificar la tomografía y los síntomas, los galenos indicaron que los pulmones estaban to­mados por el virus.  


Por eso, la mujer acudió al Hospital Eugenio Espejo pasadas las 20:00. Allí, la sala de espera estaba repleta de personas que tosían y estaban recostadas en sillas. 


Uno de los médicos de turno verificó el diagnóstico del Pablo Arturo y aseveró que la mujer de 61 años tenía covid. “Solo con ver la tomografía se puede ver la afectación del virus en los pulmones. Respeto mucho la opinión de la doctora del Pablo Arturo Suárez, pero esto es covid. La prueba arrojó un falso positivo”, señaló.     


La paciente tuvo que regresar al Pablo Arturo Suárez a las 21:00.  


Diferentes diagnósticos

Al regresar al hospital, la doctora que emitió el primer diagnóstico ya no estaba. Otro médico de turno dijo que la falta de oxígeno podría ser por problemas del corazón. Y dijo que la iba a hospitalizar en un área no covid.

Tras una hora de espera, otra doctora del hospital realizó una nueva valoración. Ella entregó un tercer diagnóstico que confirmaba que tenía el virus. Es decir, la mujer en un día recibió tres diagnósticos distintos en el mismo hospital.   


En ese momento, los médicos ordenaron la hospitalización. Allí informaron que pese a tener prueba negativa debía ir a un área covid. Antes informaron que ningún paciente podía tener teléfono. 


Sus familiares tampoco la podían visitar ni verla hasta que se recuperara o, en el peor de los casos, falleciera. Los médicos cada día realizaban una llamada a sus parientes para informarles del estado de salud. 


Por último, el tratamiento tampoco se informa. “Una vez que esté hospitalizada vemos si requiere analgésicos, sueros, etc.”, dice el médico que antes le ofreció una cama en un área no covid. 
 Ante todas las contradicciones, la paciente optó por salir del hospital y se dirigió a una clínica en Cumbayá. Allí confirmaron el contagio y fue hospitalizada en menos de 30 minutos.


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Posted by El Comercio on Sunday, February 20, 2022

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