Estudiantes de sexto de básica de la Escuela Abdón Calderón, en Aláquez, ilustraron en una maqueta un experimento de una erupción del volcán Cotopaxi. FOTO: ARMANDO PRADO /EL COMERCIO
Un volcán con lava roja en su cráter, que al descender a un río se vuelve café. A un lado, varias personas esperan cerca de unas casas con el rótulo de ‘albergue’ sobre sus techos.
Ese paisaje fue dibujado por Marylin Pucují, de 10 años, en una clase de Ciencias Sociales en la que hablaron sobre el volcán Cotopaxi, el cual está muy cerca de su escuela, ubicada en la parroquia Aláquez.
Este tipo de tareas se volvieron prioritarias para los docentes, quienes la incluyeron en las materias de Ciencias Sociales o Naturales para referirse a la reactivación de este y otros volcanes del Ecuador.
Maquetas, simulaciones de erupciones y otros ejercicios son parte de las jornadas de enseñanza, sobre todo en los niveles de educación básica y en instituciones ubicadas en zonas cercanas al Cotopaxi.
Los niños conocen que en el Ecuador hay volcanes y muchos de ellos son activos. Así lo asegura Néstor Ramón, docente de séptimo de básica de la Escuela Abdón Calderón, de Aláquez. Sin embargo, admite que con la reactivación del Cotopaxi este tema debió reforzarse. “Ahora están bastante conscientes (los niños) porque hemos trabajado durante meses, con la ayuda de vid eos y clases, porque son situaciones que ellos mismos están viviendo”, indica Ramón.
En el caso de esta localidad, cercana al coloso pero en una zona segura, las clases de geografía con énfasis en el Cotopaxi, se sumaron a la preparación que han recibido los estudiantes sobre los planes de evacuación ante una erupción.
“Nos afectaría la ceniza” o “tendríamos que tener el kit volcánico”, dicen al unísono algunos estudiantes de un sexto de básica en otra aula en la que también se habla de este volcán.
Como soporte, los niños utilizan y leen su texto de Ciencias Sociales y saben casi de memoria lo que deben hacer en una emergencia. Conocen la ruta de evacuación, que se inicia en el patio de la escuela y caminar hacia las partes altas.
Algo similar se escuchaba en otro grupo de estudiantes de décimo de básica de la Unidad Educativa Jorge Icaza, en Latacunga, durante una clase de Ciencias Sociales.
“¿Qué pasa si en la casa de alguien hay una persona que está enfermita y necesita cuidado? ¿Qué hacemos con esa persona? ¿La llevamos a otro lado o intentamos convivir con ella?, pregunta la profesora María Jiménez. La respuesta es casi inmediata: aprendemos a convivir con él. “Lo mismo pasa con el Cotopaxi”, añade la docente.
En este plantel, la enseñanza también se acompaña de la preparación de los estudiantes al estar en una zona considerada de riesgo. “Los profesores nos dicen que tenemos que conocer las rutas de evacuación, hacia dónde hay que ir y qué implementos utilizar”, cuenta Anderson Toaquisa, de 13 años.
Esta información, así como el reforzamiento en el área académica enfocada en las ciencias sociales y naturales, se agregó a la malla curricular en el caso de esta institución, según Ximena Cáceres, su directora. “Nos ha tocado implementar este tema como una especie de eje transversal en todas las asignaturas, porque la sola idea (de una erupción) ya afecta a los estudiantes. Estamos en la obligación de darles a conocer acerca del proceso eruptivo”.
En la malla curricular no solo hubo un reforzamiento en el área pedagógica sobre el comportamiento del volcán. Paulina Bravo, de la Coordinación Zonal 3 del Ministerio de Educación, afirma que la prevención también se incluyó en estos cambios. “Esto ha traído grandes ventajas porque se ha podido preparar en todos los ámbitos a los niños”. Y los resultados, dice, son positivos.
Pero la instrucción sobre los planes que deben aplicarse si hubiera un cambio de alerta, está a cargo de los mismos estudiantes. Es el caso del Colegio Jaques Dalcroze, ubicado en el sector de San Gabriel, en San Rafael (Pichincha).
En esta institución, los chicos de segundo y tercero de bachillerato imparten lo que aprendieron en charlas y cursos sobre lo que deben hacer en estos casos, a los más pequeños. Para ello, formaron brigadas que se distribuyen entre las aulas del nivel inicial hasta séptimo año.
“Se dé o no (una erupción) es importante tener estos conocimientos y transmitirlos a los niños para generar una cultura de prevención”, señala Jessieth Salinas, de tercero de bachillerato, uno de los brigadistas.
Esta información también se ha compartido con padres de familia, asegura Arturo González, inspector general del Dalcroze. “Desde la primera semana de clase hablamos de rutas y planes de evacuación en horas de clases, recreos…”.
Ahora algunos estudiantes están más tranquilos, según la docente de séptimo de básica, Priscila Funes. Agrega que antes abundaban las dudas. “Preguntaban qué hacer si no están aquí, en la escuela, o si se pierden. Lo que hicimos fue mostrarles imágenes, porque los niños necesitan verlas”.