Los pupitres de algunas instituciones educativas se encuentran arrumados en alguna de las esquinas de las aulas, en espera de personas evacuadas. Foto: Glenda Giacometti / El Comercio
El nuevo año lectivo causa interrogantes en los padres de familia que están asentados en las zonas de riesgo del volcán Cotopaxi. Los progenitores desconocen cómo actuarían sus hijos y maestros ante una eventual erupción del volcán.
Víctor Iza matriculó a su hijo Juan, de 8 años, en la Escuela Batalla de Panupalli, perteneciente a la parroquia Tanicuchí, en Latacunga. El agricultor, de 34 años, caminó presuroso por el patio central hacía una de las aulas del centro educativo, el pasado viernes. En el interior, un grupo de funcionarios anotaba el nombre del representante, el del niño y el curso en que estudiará.
“Nos dijeron que la escuelita será utilizada como un albergue temporal. Los vecinos que viven en las zonas de riesgo podrían quedarse en las aulas pero no sabemos qué pasará si explota el Cotopaxi y los niños están en clases”, comentó Iza.
Según los técnicos del Ministerio de Inclusión Económica y Social y de la Secretaría de Gestión de Riesgos (SGR), esta
unidad educativa es parte de los 49 establecimientos que serían utilizados como albergues temporales en Cotopaxi.
La infraestructura educativa, donde estudian 1 831 alumnos, albergaría a cerca de 1 600 personas. Una parte de las familias de los sectores de Cochasquí, Pasto Alto y Lasso serían ubicadas en 30 aulas del complejo.
Según el boletín de prensa Nº 13 del Ministerio Coordinador de Seguridad, del pasado viernes 21, a las instalaciones se sumarían la Escuela Abdón Calderón en la parroquia de Aláquez, el Colegio Saquisilí en la parroquia del mismo nombre y la Escuela Coronel Germánico Rivadeneira de la parroquia San Juan de Pastocalle.
En el documento se indica que las instituciones educativas fueron adecuadas para funcionar como albergues temporales y se capacitó al personal administrativo sobre prevención en caso de una eventual emergencia volcánica.
Además, los funcionarios de la (SGR) dispusieron que los pupitres se encuentren arrumados en alguna de las esquinas
del recinto. Las aulas deben encontrarse limpias y listas para ser utilizadas por la población.
Las autoridades educativas desconocen la fecha del inicio de clases y qué plan se seguiría si se usan los centros como albergues. Se espera la disposición del Ministerio de Educación, que será anunciada por el ministro Augusto Espinosa.
Rosa Paredes, docente de 42 años, indicó que cuentan con un plan integral de contingencia, que incluye la conformación de brigadas de primeros auxilios, rescate y de mantener el orden entre los estudiantes.
Las reuniones y la verificación de zonas de seguridad y evacuación son constantes entre los maestros del Colegio Marco Aurelio Subía, en Tanicuchí, según Paredes. Este sitio tiene unos 400 colchones.
El plan de contingencia de la institución contempla que los adolescentes tendrán mascarilla, gafas y gorra para protegerse de una eventual caída de ceniza. Entre los jóvenes se designarán líderes que apoyen a mantener la tranquilidad entre los alumnos. “Nos estamos capacitando para explicarles a los chicos qué vamos a hacer en caso de erupción. Todos debemos ayudar en esta emergencia…”, añadió.
En las aulas de la Unidad Educativa Germánico Rivadeneira, en el barrio El Boliche de Pastocalle, ya se registraron las primeras familias albergadas.
Los vecinos de las comunidades San Jacinto, San Agustín de Callo, El Chasqui y otros acudieron a este espacio el pasado domingo. Para llegar a este albergue temporal deben caminar 20 minutos. El camino es de tierra y está rodeado de árboles de pino y eucalipto. En algunos tramos pueden pasar dos vehículos y en otros uno.
Manuela Caiza, moradora de El Chasqui, comentó que sus tres hijos ya están matriculados. La agricultora, de 36 años, desconoce cuándo iniciarán clases. “Ya les matriculé a mis hijos, pero no sabemos cómo actuarán los maestros. Esperamos que en los primeros días nos digan qué van a hacer y qué deben llevar”, dijo Caiza.
Abelardo Toctaguano, del barrio San Agustín de Callo, es parte de la brigada de seguridad. El ganadero, de 64 años, comentó que muchos niños y jóvenes salen temprano de las escuelas. Entre sus actividades de la tarde están ayudar en las labores del campo, realizar sus tareas o alimentar a animales.
“Algunos niños ya no van a estudiar en la escuelita de la zona. Sus padres decidieron trasladarse a zonas seguras, que será beneficioso para ellos y para la seguridad de los chicos. Aún falta información sobre qué harán los chicos”.