Si hubiese necesidad de elegir el ‘personaje’ de lo que va de este año, sin duda, este sería la corrupción. Este cáncer opaca incluso las noticias acerca de la barbarie del Estado Islámico, Al Shabab y Boko Haram.
La corrupción está en primera plana. No porque antes no hubiera, sino porque ahora es más recurrente.
No solo está en la primera plana, en especial en los países de América Latina, sino que ya casi parece que fuera el componente clave de un programa político. Y se descubre en los titulares de los diarios, los noticieros de radio y de la TV.
Así se ha hablado del ‘Petrolão, que consistió en el desvío de miles de millones de dólares de la gigantesca estatal brasileña Petrobras, durante los mandatos del socialista Partido de los Trabajadores (PT). El caso ha pulverizado la popularidad de la presidenta Dilma Rousseff.
También se ha informado del ‘nueragate’ y ‘consuegragate’ en Chile, que ha obligado a la presidenta Michelle Bachelet a caminar sobre la cornisa de la vergüenza, a la vez que su imagen se ha hecho polvo.
Igualmente, ha salido a la luz el supuesto blanqueo (no desmentido hasta ahora) de fondos en bancos de ‘paraísos fiscales’ por parte de figuras del régimen chavista de Venezuela. Si se repatriaran todos los dineros sacados de la República Bolivariana, seguramente bastaría y sobraría para paliar la severa crisis que sufre ese país.
Un caso parecido de ‘maletas llenas de billetes’ que fueron sacadas de la Argentina también fue denunciado.
Asimismo, se publicó acerca de la lujosa ‘Casa Blanca’ -avaluada en más de USD 7 millones- que habitaban el presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, y su familia. La mansión, que fue devuelta, pertenecía a una de las firmas que integraban el consorcio ganador de la licitación para construir el tren rápido México-Querétaro. El precio de la obra: USD 3 000 millones.
Esta lista de escándalos con millonarios desvíos de fondos, que incluye a gobiernos de la región, solo es la punta de un iceberg devastador. Seguramente, pronto se destaparán más casos.