Así lucía este martes 28 de agosto del 2018 la acera de un parque en la Hugo Díaz y Matilde Álvarez, en Chillogallo. Foto: Eduardo Terán / EL COMERCIO
La creencia es simple: en el momento en que una persona saca la funda de basura fuera de su casa, deja de ser su problema. Ese es, para Eduardo Espín, director de la Escuela de Ingeniería Ambiental de la Universidad Central, uno de los inconvenientes principales que desencadenaron la actual crisis de recolección de basura que enfrenta la ciudad de Quito.
Crisis que, según Espín, no se resolverá con la compra de recolectores, si la gente no asume su corresponsabilidad.
A pesar de que el 16 de febrero pasado se decretó una emergencia para atenuar el problema, aún no se han comprado nuevos recolectores. Esta declaratoria venció el 15 de agosto. Un proceso de alquiler de vehículos fracasó debido a protestas del personal del sindicato de Emaseo.
Ahora, los directivos analizan seis ofertas para elegir al proveedor de 44 recolectores.
Mientras tanto, en la ciudad persiste la crisis en la recolección y la falta de responsabilidad. Vivir cerca de los contenedores de basura se convierte en un dolor de cabeza.
En un recorrido por barrios del sur, este martes 28 de agosto del 2018, habitantes relataron su molestia por malas costumbres de ciertos vecinos que sacan los desperdicios de sus hogares fuera de los horarios de recolección o los colocan en sitios que no están habilitados para el efecto.
Otros descuidan a sus mascotas, las cuales salen de las viviendas y rompen las bolsas con desechos para encontrar algo que les sirva de alimento.
Yessenia Cáceres tiene su local de venta de ropa escolar en las calles Francisco Chiriboga y Mariscal Sucre, de Chillogallo, en el sur de Quito. Asegura que el problema principal es que la gente arroja los desperdicios fuera de los contenedores. A esto se suma que lo hace fuera de los horarios de recolección.
“Ni siquiera abren la tapa del tacho. Vienen con los basureros de sus casas y los vacían afuera, junto a la calle”, dijo la mujer. Asegura que junto a su vivienda, ubicada a dos cuadras abajo de su local, en las calles Manuel Chérrez y Agustín Aguinaga, existe el mismo inconveniente, a pesar de que allí están disponibles dos contenedores.
“Están junto a mi casa y hay muchas ratas. Ponemos veneno, desratizamos y nuevamente aparecen roedores. La situación es difícil porque tenemos cuatro niños, de entre 3 y 11 años”, manifestó.
Para evitar que los vecinos acumulen basura junto a estos depósitos, Cáceres suele salir a diario a la puerta de su casa desde las 18:00, para pedir a la gente que coloque la basura dentro de los contenedores.
Ese problema se presentó, según Espín, porque la gente no recibió capacitación adecuada sobre el manejo del nuevo sistema de recolección. Y si no se trabaja en eso, la situación se repetirá.
En el barrio Las Cuadras, la gente deja basura en cualquier sitio, según Juan Chiliquinga, quien vive en la zona. Las bolsas aparecen en las aceras e incluso en los parques. Eso ocurre frecuentemente en la avenida Ernesto Albán.
Pero la basura común no es el único problema. También hay quienes dejan escombros en los barrios que están cerca de las quebradas. Eso ocurre en las manzanas AE y AF de la Lucha de los Pobres, por ejemplo.
Fanny Cujilema, representante del sector, manifestó que desconocidos botan esos desperdicios junto a la casa comunal. “Allí pusimos mallas, pero las quitaron. Eso se convirtió en un basurero. Hasta perros muertos dejan ahí”.
Según Juan Carlos Avilés, del Colegio de Ingenieros Ambientales de Pichincha, este tipo de problemas se presentan en la ciudad porque no existe una política pública ni campañas de concienciación para que la ciudadanía cumpla con su parte de responsabilidad en la recolección de basura.
Considera que los contenedores con los que cuenta la ciudad no son apropiados, puesto que se saturan pronto y no permiten un almacenamiento diferenciado, según el tipo de residuo. Aun así, la ciudadanía podría etiquetar las fundas de basura por tipos: orgánico, plástico, papel, etc., y así se podría organizar mejor no solo la recolección sino el tratamiento de residuos.
Esto significaría ingresos económicos para la ciudad, al poder usar residuos útiles como materia prima. Además, aliviaría el problema social que implica el trabajo de los ‘minadores’, que clasifican la basura mezclada que llega a los rellenos sanitarios.
En enero, Emaseo presentó un plan de contingencia que incluía la instalación de dispositivos para la prevención de daños en los contenedores y en los vehículos y un trabajo con la Secretaría de Ambiente para potenciar programas de recolección diferenciada.
También propuso un plan de educomunicación para concienciar sobre la corresponsabilidad entre ciudadanía y autoridades, a través de medios, redes sociales, campañas en centros educativos y puerta a puerta. Espín considera que para ser efectiva, la campaña debe ser agresiva y debe mantenerse en el tiempo.
En contexto
El 15 de agosto finalizó la declaratoria de emergencia por el problema en la recolección de basura. Emaseo analiza actualmente las ofertas de las empresas para comprar 40 recolectores de carga posterior y cuatro de carga lateral y reparar otros 14.