Reds. Política, Guayaquil y Cuenca
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El presidente Rafael Correa parece buscar protagonismo en la región. Su actuación en el caso hondureño, país en el que el presidente Manuel Zelaya fue depuesto, es una muestra de esas intenciones, según varios analistas.
Una vez que Zelaya quedó fuera de la Casa Presidencial, el presidente Correa hizo varias gestiones internacionales para que ese país vuelva al régimen constitucional. El mismo domingo 28, fecha en la que se produjo el golpe de Estado, emprendió un viaje a
Managua para asistir a una reunión urgente de la Alba.
Desde un inicio su discurso fue radical: no negociar con los golpistas y que sea la presión internacional la que restituya en el poder al ingeniero agroindustrial, que llegó a la presidencia hondureña con el apoyo del Partido Liberal, pero que luego tuvo un giro a la izquierda con el apoyo del mandatario venezolano Hugo Chávez.
Otra acción fue la del último sábado, cuando emprendió otro periplo internacional, que incluyó Washington y San Salvador, con la intención de acompañar a Zelaya en su retorno a Tegucigalpa, hecho que no se cumplió por la radicalización del conflicto en ese país centroamericano. “Honduras sería un buen país para morir”, dijo horas antes de abordar el avión Legacy 600.
Sin embargo, el viaje no cumplió la expectativas, pues el retorno de Zelaya no se concretó y la cita en San Salvador, en la que también participaron los mandatarios Cristina Fernández (Argentina), Fernando Lugo (Paraguay), Mauricio Funes (El Salvador) y los cancilleres de Bolivia y Venezuela, no superó las frases de apoyo al colega depuesto.
Para Michael Levi, coordinador del Centro Andino de Estudios Internacionales de la Universidad Andina Simón Bolívar, es evidente que el Mandatario ecuatoriano busca una mayor visibilidad internacional. “La ocasión fue un buen momento para encabezar una gestión que permita rehabilitar a un caído, en ese caso el presidente hondureño”.
Levi también alerta que la “sobre exposición” del Mandatario ecuatoriano pudiera ser contraproducente pues “es un tema que tiene que ser resuelto vía los mecanismos establecidos, como es la aplicación de la Carta Democrática Interamericana”.
Varios sectores consideran que el intento del presidente Correa por buscar un liderazgo regional fue un traspié, por cuanto no se alcanzó el objetivo planteado.
No obstante, para el analista Joaquín Hernández la visita fallida de Correa y los otros mandatarios no significa una derrota. Desistir de ir en el avión con Zelaya fue un cambio “razonable y sensato” que demuestra que existía un plan B, expresó.
Según Hernández, la decisión de acompañar a Zelaya se dio cuando recién ocurrieron los acontecimientos en Honduras, antes de la evolución tan compleja que vivió ese país con otros actores como la Iglesia.
“Si Correa llegaba con Zelaya hubiera implicado un riesgo y esa visita que era más bien una mediación de tipo internacional pudiera haber sido vista como una intromisión a los asuntos internos”, explicó Hernández.
El catedrático del Instituto de Diplomacia de la Universidad de Guayaquil, Magno Marriott, sostiene que la imagen del presidente Rafael Correa se ha visto deteriorada luego del fracaso en el ingreso de Zelaya en Honduras.
“Esa conducta fue apresurada y revela una imagen de incapacidad diplomática”, aseguró. Esto porque fue el mismo Correa quien asumió una postura de diplomacia directa.
Según Marriott los presidentes de Venezuela, Nicaragua y Ecuador han vulnerado los asuntos internos de un estado soberano como Honduras con sus declaraciones y actitudes.
Marcelo Chico, analista cuencano, encuentra dos lecturas. La primera tiene que ver con que el Ecuador, como parte de la OEA, tiene que apoyar el mantenimiento de los regímenes democráticos en toda América. Por otra parte, dice Chico, da para pensar que al presidente Correa le motiva cumplir con estas actividades por un apoyo ideológico coincidente con Zelaya. Comenta que la marcada presencia de Correa busca un protagonismo y puede ser una cortina de humo ante el escándalo de su hermano.
Reacciones La actuación de los otros mandatarios de la región genera críticas.
Los presidentes serios no fueron
Uno de los más importantes columnistas argentino, Joaquín Morales Solá criticó en su columna de La Nación, por su viaje.
“Los presidentes serios dejaron la administración del conflicto en manos de las instituciones. Bachelet retiró el embajador chileno en Tegucigalpa y confió en la OEA. Lula le proporcionó al inteligente y eficaz secretario general de la OEA, José M. Insulza, un imprescindible avión. El mexicano Felipe Calderón, el colombiano Álvaro Uribe y el uruguayo Tabaré Vázquez manifestaron su claro rechazo al método que se usó para deponer a Zelaya, pero confiaron en Insulza.
“Todo indica que el operativo de Cristina se parecerá demasiado al de su marido, cuando éste se internó con Chávez en la selva de Colombia para liberar a un niño que no estaba secuestrado. Los compañeros de hazaña de la presidenta expresan una ideología determinada, mezcla de populismo y de autoritarismo…”.
Honduras: un caso de estudio
El diario El Mercurio de Chile publicó ayer un editorial en el se analiza el significado del viaje de los presidentes con el fin de restituir a Zelaya.
“El caso de Honduras evidencia un peligro para la democracia que se extiende en América Latina: en Venezuela, Bolivia y Ecuador, sus gobernantes, tras llegar mediante elecciones democráticas, comienzan a desmantelar la institucionalidad, modificando la Constitución y las leyes en busca de sofocar a la oposición. Ese país puede ser visto como una infortunada reacción contra el modelo chavista: ostensiblemente, gobierno y oposición lo tuvieron muy presente, el primero para aplicarlo, la segunda para evitarlo a toda costa.
Honduras se ha transformado en un ‘caso de estudio’, y el desenlace que tenga su actual crisis sentará, de una u otra forma, un precedente en A. Latina.
La OEA está presionada
El ex presidente de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, el costarricense Pedro Nikken, en una entrevista con El Universal de Caracas advertía ayer sobre el riesgo de que la Alba radicalice a organismos como la OEA o al mismo José Miguel Insulza.
“La pretensión de imponer a troche y moche el regreso del Presidente, venciendo a quienes lo derrocaron, no parece orientada al restablecimiento del hilo constitucional sino a obtener una suerte de espaldarazo, por parte de la comunidad internacional, a las acciones que adelantó el presidente Zelaya antes del 28 de junio. Y esa es una equivocación porque no hay en la OEA una mayoría dispuesta a aprobar las acciones de Zelaya antes del golpe de Estado.
“Insulza puede tener la tentación de ir más lejos de lo razonable para no ser desbordado por acciones del ALBA…”