¿Llamé su atención, Señor Presidente? Pues esa era la idea: fue el título de una columna que escribí hace exactamente cuatro años.
Era el 16 de mayo de 2005 y su política heterodoxa como Ministro de Economía desató una ola de críticas. Algunos escribimos para defender su nueva visión de hacer las cosas, que tal vez sería mejor que las recetas anteriores. Muchos creíamos entonces que su aire fresco era necesario para que el Ecuador pueda respirar mejor, mirar hacia el desarrollo y hacia la equidad. Habíamos tenido libertad política para rehacer una vez más una Constitución, firmar la paz con el Perú, destituir a tres presidentes y restituir con justicia las garantías y derechos a las poblaciones indígenas y afros excluidos. Eso sí, siempre la economía nos había jugado una mala pasada.
Es demasiado temprano para evaluarlo por cuánto desarrollo ha generado, pero lo que sí queda claro Señor Presidente, es que de nada servirán sus éxitos si al final el Ecuador se convierte en una sociedad polarizada y llena de odio, de desconfianza, de violencia.
Tres años después de destapados los sueños, estamos perdiendo día a día aquello que habíamos ganado en las urnas y en las calles por décadas: el derecho a la libertad política. Y la libertad es así, absoluta, indivisible, un principio no funciona al 50 o al 60 por ciento. Libertad significa estar libre del miedo de pensar, de actuar y de decir y –créame- ninguna revolución vale perderla.
¿Usted realmente ha vivido los “comités de defensa de la revolución” en Cuba o en Venezuela o sólo le han contado de sus bondades? ¿Le han contado por ejemplo que en Cuba los “vigilantes” podían dar toletazos si le escuchan hablando de Fidel? ¿Le han contado acaso que estudiantes que luchaban por el referéndum revocatorio contra Hugo Chávez eran acosadas y a veces golpeadas por “vigilantes”? A mí no me lo contaron, lo he visto y por eso le pregunto: ¿cómo va a garantizar usted –personal, históricamente- que los “vigilantes” ecuatorianos no abusen o acosen ciudadanos bajo subjetiva sospecha de ser opositores, si ahora mismo usted no puede controlar que sus fanáticos insulten a los periodistas, los pateen o llamen a amenazar de muerte a quienes opinamos?
Señor Presidente, los CDR’s no son invento de la izquierda, sino del fascismo de la década del 30, y no le garantizan nada, ni le defienden frente a golpes de Estado, solo generan dosis de violencia.
Si usted no da marcha atrás en estos comités, si nadie en su gobierno dice nada contra ello, será la mejor constatación de que de aquel economista creativo y soñador sobre el que escribí positivamente en el 2005, no existe más.
El poder habrá entonces sepultado el verdadero sueño de la izquierda, de mayor libertad política y de suprema justicia económica. El resto, lo que le cuenten Hugo, Raúl o sus ideólogos de manual, es sólo caricatura.