El pueblo coreano es de los más antiguos del Asia. Su historia recoge las luchas entre los reinos del norte y del sur, unificados en el siglo XVI. Sus contactos con China fueron estrechos. Japón invadió Corea a principios del siglo XX. Al terminar la guerra mundial, derrotado Japón, la península fue dividida: el norte, dominado por el comunismo soviético, y el sur, geopolíticamente vinculado a los Estados Unidos. En 1950 estalló la guerra de Corea. En 1953 se firmó un armisticio.
Las rivalidades entre las dos Coreas tuvieron una raíz política e ideológica, pero obedecieron también a la personalidad radical y autoritaria de Kim Il Sung, que gobernó en el norte por 46 años hasta su muerte en 1994. Entonces, fue designado “Presidente eterno”. Le sucedió su hijo Kim Jong Il, que ocupa el “más alto cargo del Estado” pero que no es Presidente. En octubre del 2010 se anunció que a este sucederá su hijo Kim Jon Un. Esta dinastía denota un inaceptable culto a la personalidad.
A fines del siglo XX, el ambiente internacional pasaba por una saludable coyuntura. Desintegrado el imperio soviético y unificada Alemania, la Guerra Fría había terminado. Se produjeron conversaciones entre las dos Coreas y ambas fueron admitidas en la ONU en 1991. El Ecuador presidía el Consejo de Seguridad y me correspondió darles la bienvenida. Dije que su admisión en la ONU “les ofrecerá el marco adecuado para que puedan examinar, de la manera más respetuosa y constructiva, sin desmedro de sus propios intereses, todos los múltiples asuntos que las unen y todos los pocos que las separan, en un proceso de entendimiento que esperamos que culmine con su unificación”.
El espíritu que entonces prevalecía ha cambiado. De 1995 a 1998 se produjo una hambruna dramática en Norcorea. Sus recursos se habían destinado a fines militares. En el 2006, Pyongyang detonó su primera bomba nuclear y rechazó colaborar con la ONU en esta materia. Hace poco hundió un barco de Seúl causando decenas de muertes, y acaba de atacar a una de sus islas. Ante las maniobras militares anunciadas por Estados Unidos y Corea del Sur, ha amenazado con “aniquilar” a esta última.
Las tensiones son de la mayor gravedad porque involucran una zona en la que subsiste una rivalidad ideológica radical, en la que actúan poderosas fuerzas geopolíticas como la Federación Rusa, China Popular, Japón, Estados Unidos y los países del sudeste de Asia. El temperamento agresivo de Kim Jong Il y la existencia de armas nucleares agravan la crisis.
La ONU se enfrenta a una dura prueba. Debe intervenir para calmar los ánimos. El liderazgo de Obama y la eficacia de sus gestiones para obtener la colaboración de China a fin de flexibilizar al régimen de Pyongyang se ven ahora como uno de los pocos recursos para evitar el agravamiento de esta peligrosa situación.