El pasado mes de diciembre, en la ciudad de Copenhague, tuvo lugar la cumbre para tratar el controversial tema del cambio climático. El objetivo de la reunión era lograr un acuerdo global, vinculante a todos los países, sobre las acciones que se deberían tomar para reducir las emisiones que causan el calentamiento global y definir los términos para la ayuda económica que se daría a los países menos desarrollados del planeta. A pesar de la gran expectativa mundial sobre la cumbre, los resultados fueron decepcionantes. El objetivo inicial de lograr un acuerdo obligatorio para todos los países, con metas claramente definidas, desembocó en un acuerdo político dentro del cual todos los asistentes se comprometieron, sin especificarlas, a establecer metas numéricas para disminuir las emisiones.
En la reunión de Copenhague quedó en evidencia que el tema del calentamiento global es un problema demasiado amplio y complejo para ser resuelto en una sola conferencia, tratando sus diferentes aristas como si fueran una sola.
El problema del cambio climático no es solamente un grave problema que debe enfrentarse con urgencia, sino además un problema demasiado complejo que traspasa y confunde las fronteras que definen nuestro mundo.
Así, por ejemplo, enfrenta aspectos desde la deforestación hasta la agricultura pasando sobre temas del desarrollo y las soberanías de los países.
Por consiguiente, es demasiado ambicioso tratar todos y cada uno de los elementos que contribuyen al calentamiento de nuestro planeta en una sola conferencia. De ahí que uno de los mensajes de la cumbre que debe ser escuchado es aquel de la necesidad de que las negociaciones se lleven a cabo en encuentros sobre temas específicos.
Por ejemplo, el tema para financiar los programas de mitigación de las causas del cambo climático en los países en vías de desarrollo puede muy bien ser discutido y negociado en un encuentro fuera de las Naciones Unidas.
De esta forma se pueden ir logrando acuerdos sobre los diferentes aspectos que no dejan avanzar las negociaciones, hasta llegar a un acuerdo global que derive en un compromiso obligatorio para reducir las emisiones a niveles recomendados por la comunidad científica.
Es de suma importancia que sea aprobada por parte del Congreso de los Estados Unidos la legislación tendiente a establecer un sistema de compensación, para mantener el control sobre el monto total de las emisiones.
A pesar de los tropiezos experimentados hasta el momento, se debe continuar hacia adelante, sorteando con voluntad política todas las dificultades que se presentan.
En este sentido, es vital forjar una alianza entre las organizaciones que representan a la sociedad civil y a los gobiernos, para que el acuerdo al que se llegue sea de universal aceptación y cumplimiento.