RedacciÓn Siete Días
Hasta el más distraído se daría cuenta de que a Conny de Velasco le encantan los animales. Vive en una granja donde una jauría de perros alegres y juguetones –entre cachorros y adultos, de varias razas y hasta mezclados- reciben al visitante.
Tiene pollos, gallinas, gansos, burros, llamingos, caballos, pavos, chanchos, vacas… porque a ese hogar varias escuelas van de visita, para que los niños de la ciudad aprendan sobre la naturaleza, tengan contacto con los animales y la vida del campo.
Así que, a la hora de coleccionar, no resulta raro que esta madre de tres, enfermera neonatóloga y maestra parvularia haya elegido reunir renos de peluche, de madera, de cerámica, de yute, de tela… Hasta tiene una escoba-reno.
“Me parecen perfectos. Tienen la expresión de los animales vivos”, dice ella mientras muestra las diversas expresiones de sus renos. Son 115, según su hijo más pequeño, Israel, de 16 años. Él los contó hace pocos días, pero muchos se han perdido con el tiempo, o se han roto.
Todos los renos con una mirada diferente. “Para comprarlos, los miro bien. No compro aquellos que no tienen expresión, que siento que no me hablan”.
Hace cuatro años comenzó su colección, cuando en un almacén encontró un reno que estaba dañado y botado en una esquina. Era una promoción. Le dijeron que estaba con falla y ella lo compró, “porque le dio ternura”.
Llegó a su casa, lo sacudió y le puso pilas. Y el reno comenzó a moverse y la música empezó a sonar. Hasta hoy baila y cada Navidad alegra la reunión familiar con su música. Conny lo tomó como una señal: ese reno estaba para ella. Y ahí comenzó a reunirlos: uno anda en bicicleta, otro canta villancicos, otro toca el violín, el otro anda en monopatín…
Y unos no dicen nada, pero invaden toda la casa de los Velasco.
Los tiene de varias nacionalidades… algunas amigas le regalaron renos comprados en Alemania, en México (cuatro renos deportistas), en Suecia, en Colombia, en EE.UU. y hasta una reno balletista hecha en el Ecuador, la última adquisición, un regalo de su hija Claudia y su novio.
Los renos solo salen en Navidad. En enero, regresan a las cajas y empaques en los cuales llegaron. Pero es cuando acaba la temporada que ella sale en busca de nuevos renos. Va a los almacenes y encuentra entre los renos mellados, los que no funcionan, las novedades y a los nuevos integrantes de su colección, que solo debutarán en la familia a fines de año.
En la noche de Navidad, todos tienen pilas y bailan, cantan o hacen su espectáculo. Es una fiesta, porque el esposo de Conny, Pablo, adora la temporada y pone villancicos toda la noche.