Redacción Cuenca
Los hermanos Jaime y Luis Orellana usan, luego de 10 años, sus rebajadores manuales para cortar el cabello. Recuerdan que cuando salieron las máquinas eléctricas fueron una novedad, porque reducían el tiempo que necesitaban para atender a sus clientes.
Ellos son dueños de una peluquería en el Centro Histórico de Cuenca. Allí atendían a más de 25 clientes al día. Pero con los apagones, su trabajo se redujo a más de la mitad.
Según Jaime Orellana, cuando la gente llega al local lo primero que pregunta es si hay energía eléctrica. Él trabajaba hasta las 19:00, cuando no había apagones. Desde el pasado 5 de noviembre, el horario de atención depende del cronograma fijado por la Empresa Eléctrica.
Ambos dicen que no se acostumbran a trabajar así, porque los aparatos eléctricos les ayudaban a agilitar su labor.
No solo el sector comercial pierde con los apagones en Cuenca. En las calles del Centro Histórico, cuando no funcionan los semáforos hay caos vehicular y problemas para los peatones.
En la mayoría de ocasiones no hay policías de Tránsito en los sectores conflictivos, excepto en avenidas como la Huayna Cápac, Solano y González Suárez.
Gritos, pitos, y en los casos más extremos se registran insultos entre los conductores. Incluso, hay accidentes de tránsito.
Para Mauricio Gutiérrez, jefe de Tránsito de Azuay, la falta de energía no debería ser la excusa de quienes sufren algún accidente de tránsito. “Vivimos en una emergencia y tanto los conductores como los peatones deberían ser pacientes, preventivos y respetuosos al movilizarse”.
En su opinión, hasta el conductor que está en una vía principal está obligado a disminuir la velocidad. Pero el chofer Pedro Zamora dice que no todos son
responsables y por eso es necesaria la presencia policial.
En Cuenca, aparte de los cortes, hay otro problema que afecta a los semáforos. Solo en noviembre se cambiaron 80 focos quemados del sistema de semaforización de la zona urbana.