Mateo Jaramillo, 18 años
Percusionista de varios grupos
Quito
Con un padre cantante y un hermano guitarrista fue fácil engacharme al mundo de la música. A los 15 años aprendí a tocar el piano.
Una tarde, un par de congas cambiaron mi vida. Me llamaron la atención, así que las tomé prestadas y desde entonces vivo enamorado de la percusión.
Gracias a los ahorros de las tocadas con Son País (su grupo) pude comprar un bongo y tomar clases durante algunos meses. Los teclados quedaron a un lado.
Hace siete meses comparto mi tiempo entre los deberes del ‘cole’ y los estudios en el Conservatorio George Gershwin. No ha sido fácil, porque las horas de sueño han disminuido, pero vale la pena cuando amas lo que haces.
La percusión me ha enseñado a ser disciplinado y constante.
Cuando toco las congas o el bongo, la diversión en las farras con los panas ocupa un lugar secundario. Pero mis amigos y mi familia me entienden.
Tuve una tendinitis en las manos, pero ni así dejé la música. Hace poco, mis congas marcaron el ritmo de las canciones de Fonseca en un canal de televisión.
Actualmente, toco en algunos bares de la Foch junto al chileno Andrés Paveez. Trabajo en eso hasta que me gradúe del colegio. Luego viajaré a Cuba y a Brasil, para estudiar percusión.
Estoy seguro que las cosas saldrán bien. Siempre supe que quería dedicarme a la música por completo y así será gracias al apoyo de mis padres.
En dos años volveré para crear un centro de percusión que no le caería nada mal al Ecuador, pues hay jóvenes que como yo que quieren vivir de esto.