Comida sana en las escuelas de Quito, para evitar la obesidad

En el bar de la Unidad Educativa Eugenio Espejo se venden ­alimentos ­saludables. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO

En el bar de la Unidad Educativa Eugenio Espejo se venden ­alimentos ­saludables. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO

En el bar de la Unidad Educativa Eugenio Espejo se venden ­alimentos ­saludables. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO

No se cansa de repetir que el culpable es la falta de tiempo. Que no puede estar las 24 horas junto a Kamila, la menor de sus tres hijos, para fijarse qué es lo que la niña come y toma y las actividades que realiza. Su hija pesa 35 kilos, el peso promedio de un niño de 12 años, pero apenas tiene 8.

A sus 38 años, María trabaja diariamente de 08:00 a 19:00, y mensualmente hace dos turnos de fin de semana, en una fábrica del norte de Quito. Desde hace seis meses, su hija empezó a marearse. El doctor le dijo que se debe a su sobrepeso.

En Quito, según la Secretaría de Salud, tres de cada 10 escolares tienen obesidad o sobrepeso. La entidad hizo un estudio al detalle en los planteles municipales y los resultados coincidieron con la cifra que se registra en el Distrito: 30%.

En esos establecimientos educativos, en el 2016, el porcentaje de sobrepeso era menor: 25%. Lo que evidencia que el problema crece. De acuerdo con la Secretaría, esos porcentajes dan una idea de lo que ocurre en toda la ciudad.

Las estadísticas muestran que en la capital las mujeres tienen más tendencia a desarrollar sobrepeso; los hombres, en cambio, obesidad.

A su corta edad, Kamila debe usar formador y ropa de adolescente, porque la de niña no le queda. José Ruales, secretario metropolitano de Salud, indica que el principal factor para el aumento de peso en niños es la alimentación. La Organización Mundial de la Salud recomienda el consumo de cinco porciones al día de frutas o verduras, pero en Quito, apenas el 4% de la población lo hace.

María cuenta que su hija tiene buen apetito: come todo lo que le sirven, incluso las ensaladas, pero reconoce que es golosa. En promedio, una persona necesita 2 000 calorías al día. Una salchipapa y una gaseosa, que se consumen en el recreo, por ejemplo, aportan hasta 1 000 calorías.

El hijo de Marcela M. también tiene exceso de peso. A sus 13 años pesa 74 kilos. Su madre reconoce que el mayor problema de su hijo es que no le gusta hacer deporte, pese a que cerca a su casa, en Pomasqui, está el parque Equinoccial. El chico no se despega de su celular ni de su computadora. Tampoco duerme bien.

Otro de los factores de riesgo es el sedentarismo. Ruales explica que el organismo de un adulto requiere que las células estén en actividad, al menos 30 minutos. En el caso de los jóvenes, esa cifra se duplica. Pero un estudio realizado por el Municipio, en el 2017, reveló que la inactividad se presenta en el 60% de los adolescentes.

En ese contexto, se inserta el programa Pilas con las vitaminas, una iniciativa de nutrición escolar que busca incrementar bares saludables en las escuelas y colegios. El proyecto arrancó el 7 de marzo del 2018, de la mano de la Fundación Bloomberg Philantropies, que acoge a 50 ciudades en el mundo que buscan prevenir las enfermedades no transmisibles.

Quito postuló para unirse a esa iniciativa y obtuvo USD 100 000 para desarrollar proyectos que tengan que ver con alimentación saludable.

El sobrepeso es uno de los mayores riesgos relacionados con enfermedades crónicas. Ruales sostiene que si se logra una mejor alimentación en los colegios se evitarían enfermedades como hipertensión, diabetes, entre otras. De allí que el programa busca no solo vender alimentos sanos en los bares, sino capacitar a los niños, maestros y padres, y una reestructuración física del bar.

En el país rige una norma que prohíbe la venta de productos con semáforo rojo en escuelas. Pero los alumnos compran esos alimentos en la calle.

Por esa razón, como parte del programa, se trabajará con la Agencia de Control para capacitar a los locales de los alrededores y evitar las ventas ambulantes, comenta Ruales.

El programa arrancó en seis planteles municipales. El objetivo es replicarlo en el resto de establecimientos de la ciudad.

Para Pedro Coloma, rector de la Unidad Educativa Eugenio Espejo, donde estudian 2 900 alumnos, el vender alimentos saludables es la mejor forma de evitar el consumo de exceso de azúcar y fritos. En el bar de ese plantel se venden habas, choclos con queso, chochos con tostado, entre otros.

Sara Oviedo, exvicepresidenta del Comité de Derechos del Niño de la ONU, sostiene que el sobrepeso y la obesidad forman parte de un fenómeno que se presenta en el mundo, pero más en Latinoamérica.

Como parte del programa, se trabajará en la remodelación de los bares, es decir, se quitará la idea de una barra frente a la cual los estudiantes deben amontonarse para comprar los productos. Se colocarán mesas y sillas, para que los chicos puedan consumir los alimentos con comodidad cerca zonas recreativas. Incluso, se trabajará en huertos y se incluirá a los alumnos en el proceso de siembra y cosecha.

En contexto

El programa se lanzó el 7 de marzo , en la Unidad Educativa Bicentenario, en El Beaterio, al sur de la capital. El objetivo es evitar las enfermedades no transmisibles. Ese tipo de enfermedades son responsables de casi el 80 % de las muertes mundiales.

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