Redacción Quito
La bulla de los buses, de los autos y de los comerciantes se apoderó de la calle Mejía. Esta vía, que cruza 11 calles transversales, fue una de las más importantes durante la época colonial, ya que fue considerada la puerta para el comercio.
La calle Mejía va desde la Montúfar hasta El Tejar. A lo largo de toda esta vía se encuentran negocios diversos y ventas informales, aunque la Policía Metropolitana impide que ingresen al Centro Histórico.
Mariana Quilumba aún recuerda la energía con la que gritaba para vender sus hierbas. A pesar de sus 79 años, de la joroba que le ha dejado cargar cajas y de la deficiente visión en uno de sus ojos, Quilumba aún sigue vendiendo, ya no grita, casi ni se la escucha pero todos los días camina por la calle Mejía, entre la Venezuela y la García Moreno, para vender canela, comino o hierbabuena. No saca ni USD 2 diarios, pero no quiere quedarse en su casa.
Mercedes Puga, comerciante, trabaja en esta calle desde hace 11 años. Puga recuerda que el desorden y la inseguridad se apoderaron de esta vía durante varios años. “Solo con la reubicación de todos los puestos que estaban en la calle, se pudo volver a ver la vereda y a tener tranquilidad”.
En 1945, en la Mejía y Cuenca funcionaba el Ministerio de Obras Públicas, actualmente es el Museo Nacional de Arte Colonial, el primero de la ciudad.
El pasaje San Agustín fue uno de los primeros sitios de venta de productos, que agrupaba vendedores en una casa. El pasaje tiene 45 años de funcionamiento, Nelson Estrella estableció ahí su negocio. Entre focos de Navidad, muñecas, candados, esferos y adornos en general, Estrella ha pasado su vida entera en este pasaje. Estrella dice que por la calle Mejía ha visto pasar a alcaldes, diputados y hasta presidentes.
El comerciante lamenta que la delincuencia se haya apoderado de esta calle, principalmente en la intersección con las calles Flores y Montúfar, que dan a La Marín. En la Mejía, además, se realiza la carrera final de los coches de madera, en las fiestas de Quito.