El comercio callejero florece en cada marcha en Chile

Los manifestantes se enfrentan a un cañón de la policía antidisturbios durante una protesta contra el gobierno de Santiago el 27 de noviembre de 2019. Foto: AFP

Los manifestantes se enfrentan a un cañón de la policía antidisturbios durante una protesta contra el gobierno de Santiago el 27 de noviembre de 2019. Foto: AFP

Los manifestantes se enfrentan a un cañón de la policía antidisturbios durante una protesta contra el gobierno de Santiago el 27 de noviembre de 2019. Foto: AFP

Pañuelos, camisetas, bizcochos y chocolates de marihuana, banderas chilenas, mapuche y con varias consignas, silbatos, lentes de seguridad, todo tipo de comida y muchas latas de cerveza. El comercio callejero florece en cada marcha en Chile.

Como una especie de carnaval callejero en el que se canta, baila y salta, miles de chilenos, sobre todo los viernes, llenan la céntrica avenida Alameda para reunirse en la Plaza Italia, rebautizada al calor de estas manifestaciones como “Plaza Dignidad”.

Y conforme la crisis social se extiende, muchos de quienes ya no tienen trabajo o antes vendían sus productos en otros lugares han convergido aquí para ganar algo de dinero y también apoyar las protestas iniciadas el 18 de octubre en busca de profundas reformas sociales.

“Mi trabajo se estancó con las manifestaciones y la crisis social; entonces yo tengo que saber sí o sí ganarme las lucas (dinero) y salir a la calle”, dice a la AFP Tamara, una repostera que vende bandanas y cervezas en una marcha.

Si bien no es lo mismo que ganaba preparando pasteles y comidas, lo que consigue en cada manifestación le sirve “para subsistir”.

Alex vende figuras de una popular serie de la televisión local, las marionetas de “31 minutos” que él mismo confecciona. Antes del estallido social, las ofrecía afuera de los espectáculos y las vendía por el doble de lo que hoy lo hace en las marchas. Es “para ayudar al pueblo”, sostiene.

“Soy comerciante ambulante. Este es mi trabajo; es la forma de ganarme el dinero”, dice.

Alex apoya las manifestaciones porque debe pagar una alta suma de dinero para que su hija estudie en una universidad privada. Aunque la marcha de los viernes en Plaza Italia empezó a tener un clima festivo después del hito de haber juntado más de un millón de personas el 25 de octubre, este vendedor reniega que ese sea el espíritu.

“No es una fiesta; fiesta para mí sería festejar algo que hemos ganado y no hemos ganado nada”, dice.

Lentes y punteros láser 

Sobre la acera se ofrecen camisetas con distintas consignas sociales, pañuelos para resguardarse del gas lacrimógeno y, en los últimos días, todo tipo de lentes para protegerse de los perdigones lanzados por la policía y que han dejado cerca de 300 personas con lesiones oculares graves, en una marca imborrable de esta primavera social chilena.

También se venden punteros láser, usados por los manifestantes para apuntar a los agentes policiales, y recientemente petardos, bolas de vidrio y hondas para poder lanzarlas, presumiblemente a los policías antidisturbios.

En un país donde beber alcohol en la calle está prohibido, la venta y el consumo de cerveza durante las marchas es también un gesto de rebeldía.

Con altas temperaturas a las puertas del verano austral, las latas se venden a lo largo de casi toda la marcha, junto a botellas de agua o algunos tragos más elaborados como mojitos.

“En estas circunstancia no importa si estás tomando o no en la calle” , dice Isaac, que vende cervezas y botellas de agua en diferentes marchas. Por las redes sociales se entera de dónde se reúne más gente y concurre hasta allí con su carro de bebidas.

La manifestación también estruja la creatividad comercial. Sergio, un anciano sin casa que vive en un parque en las cercanías de Plaza Italia, habilitó en el interior de una carpa un baño solo para mujeres. Por 300 pesos (0,37 centavos de dólar) entrega papel higiénico, alcohol desinfectante para las manos y desodorante ambiental.

También vende limones que se usan como antídoto para el gas lacrimógeno.

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