El negocio de las ventas informales en la vía pública se mueve en familia. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO
A 15 días de despedir el 2016, los comerciantes autónomos se reinventan y sacan lo mejor de su ingenio, con la esperanza de dar el último impulso a las ventas durante la temporada navideña.
En la avenida Mariscal Sucre, a la entrada del túnel San Juan, los trancones son una mina de oro para los vendedores, desde hace casi 20 años. A las 09:00 del jueves 15 de diciembre caía una lluvia ligera en la transitada vía, que conecta al norte con el sur. Un agente de tránsito dirigía el paso de los vehículos hacia el túnel. Los autos se detenían a su orden y 10 comerciantes iniciaban su jornada laboral.
El negocio de las ventas informales en la vía pública se mueve en familia. Mauricio Laz y otros nueve miembros de su familia llegaron hace un mes desde Portoviejo, Manabí, para aprovechar la época navideña en la capital.
Desde esta semana recorren varios lugares ofreciendo los famosos cuernos de renos para carros, el producto más vendido en las calles durante estos días. Los lunes y miércoles se ubican en las vías aledañas al centro comercial El Jardín, en el norte. El resto de los días recorren los trancones de la av. Mariscal Sucre, que anteceden en horas pico al túnel San Juan.
“La venta está dura. Esta semana solo he vendido docena y media”, dice Laz, mientras su sobrino ofrece cuernos de reno a USD 8 y su hermano, cargadores de teléfono a USD 3, a los pocos conductores que se animan a bajar sus ventanas en la Occidental, para evitar mojarse con la lluvia.
A las 12:30, cuando el sol es más fuerte y el tráfico se vuelve más intenso, el coco pelado es la sensación. Con 25 años, Jessica Córdoba, oriunda de la provincia de Esmeraldas, los comercializa en la zona junto a varios miembros de su familia y una amiga. Se ubican cada uno a una distancia aproximada de 30 metros.
A la velocidad con la que habla, Jessica pela los cocos con un cuchillo, a orillas de la carretera. Aprendió el oficio desde niña, porque su padre es mayorista de cocos. Por varios años vendieron el producto por el sector de La Marín, pero la presión de los policías metropolitanos y de los comerciantes autónomos regularizados los obligó a salir de ahí.
“Ha bajado un poco la venta en comparación con otros años. A veces vendemos 20 cocos, que son unos USD 30. Los sábados y domingos vendemos hasta 80 cocos”, cuenta Jessica, madre de dos hijos, de 10 y 8 años de edad.
En la Mariscal Sucre también se comercializan habas, maní, chifles y otros productos comestibles. Hace un año, un grupo de 25 comerciantes autónomos que laboran en el sector formaron la asociación Saborea al Paso, con el fin de regularizarse. Tras haber recibido 40 horas de capacitación, los vendedores se encuentran a la espera del permiso municipal que les permitirá operar legalmente en la zona.
La Agencia de Coordinación Distrital del Comercio es el ente a cargo de la capacitación. Este año ha preparado a 600 comerciantes en diferentes áreas en atención al cliente, manejo de alimentos, microfinanzas, aspectos legales, etc.
La Navidad también llegó a los trancones de las avenidas Eloy Alfaro y República. A las 13:30, quienes transitan por estas vías pueden encontrar cuernos de renos, fundas de regalo, tarjetas navideñas, entre otros artículos alusivos.
Portando una camiseta de la Selección brasileña de fútbol y unas gafas de sol, Raúl Hernández, de 28 años, ofrece cuernos de reno para carro, desde USD 10, y cargadores de teléfonos de USD 5 en adelante, mientras la luz roja del semáforo de la República se lo permite.
“Me dedico a esto desde los 15 años, cuando dejé el colegio. Cuando llueve, vendo paraguas; en verano, gafas. Si algún artista muere, vendo CD”, cuenta entre risas.
Jaime González, de 38 años, vende peluches y delantales de cocina, por la zona. Pero sus límites van mucho más lejos: “He recorrido el país vendiendo mis productos. He viajado a Cuenca, Ambato, Riobamba, Latacunga, Ibarra, Tulcán…”
Al mes le quedan unos USD 200 de ganancia, lo cual le resulta insuficiente para mantener a su hija de 12 años y a su madre, quien sufre de artrosis, artritis, osteoporosis y problemas con la presión arterial.
Patricia Toaquiza comercializa artículos navideños y caramelos, junto su esposo, su hija y su comadre, en la av. Naciones Unidas, a la altura de la av. Amazonas. Venden gorros, diademas con cuernos, tarjetas y fundas. De 12:00 a 16:00 en plena vía, y hasta las 20:00 en el bulevar que está frente al Centro Comercial Iñaquito.
“Nos movemos, porque las personas comienzan a cerrar las ventanas porque creen que vamos a robarles. Así no hay cómo vender”, lamenta el esposo de Patricia, Édgar Fernández, quien comenzó en el oficio a los 8 años de edad.