Ya viéndolo de cerca no da tanto miedo. Nadie se espanta ante su presencia, nadie se persigna y mucho menos nadie se arrepiente de sus pecados. Es el diablo, tan chusco como aparece en las fiestas populares.
Tenga en cuenta
La exposición. Se encuentra en la Casa de las bellas artes, en la calle de la Ronda hasta el 17 de enero. La entrada no tiene costo.
Las máscaras Todos los objetos exhibidos están a la venta, sus precios varían según el material y el tamaño de la máscara. Van desde USD 25 hasta 70.
Rarezas. Hay una máscara hecha con la corteza de un árbol. Es difícil de verla y hay que estar muy atento para hacerlo. También hay otra hecha con hojas verdes.Colores chirriantes, ojos saltones, nariz de zanahoria, pero sobre todo, cachos. Andrea Estrella, artista plástica y teatrera, dice que no hay diablo sin cachos. Aunque sea unos pequeños brotes como de becerro.
Andrea preparó durante un año la exposición ‘Diablos y otros encontrados’. Los diablos queda claro quiénes son: esa representación del mal que desembarcó con los españoles. Era el diablo cristiano que al mezclarse con el pueblo americano se transformó en ese ser colorido, pícaro y vivaz que juega con niños, persigue a mujeres y pega divertido con un chorizo durante la temporada de inocentes.
Con algodón, cartón, papel Andrea y su esposo confeccionaron las caretas del diablo. Algunas tienen pelo natural, ‘spikes’ (puntas de hierro), espejos, las nostálgicas monedas de sucres, cabuya. Además de todo un menú de granos que decora su rostro: dientes de mote, maíz rojo, pepas de zapallo, lenteja, fréjol.
Con esos elementos logran que no todos los diablos se vean malos, algunos parecen ingenuos, otros parecen torpes, incluso, hay uno que parece payaso, tal como ven los niños.
La otra parte de la exposición, la de los encontrados, es un zoológico de personajes que incluye una serie del teatro del arte italiano, y su característica media máscara. Ahí está arlequino sin sus dos amos, pulchinella, colombina y la máscara neutra sin expresión.
También están las máscaras del hipócrita, el loco, el maestro, el cevichero, Eddie, que representa a los amigos con que los artistas se rodean y es así como maloso, roquero y fiero; está la mosca, el dragón y el caballo. Todos comparten un mismo espacio de aserrín y eucalipto que debió tener fuego para los diablos, aire y tierra para los demás personajes, pero no fue así, porque las reglas de la Casa de las artes de la Ronda no permiten que se prenda fuego en la exposición.
En la tercera parte, en donde siguen los encontrados, están representaciones de danzantes andinos trabajados con yute, no tienen expresión, apenas breves rasgos denotan un rostro. Uno tiene chinescos para despertar la resonancia interna del espíritu, como decía Nietzsche. También está el Quijote, y la interpretación de una máscara griega. Hay dos máscaras africanas, la una con los ojos y la boca salidos en una expresión imposible.
Un espacio lúdico cierra la exposición. Cuatro máscaras y un espejo para ir probando cuál le sienta mejor a uno. En esas elecciones se refleja el ser interno de cada persona… la máscara no oculta, más bien revela.