18 000 expertos de 184 países acudieron a la Cumbre Global de la Economía Azul, en Nairobi. Foto: AFP
Hace pocos días, entre el 26 y 28 de noviembre, Nairobi acogió a unos 18 000 expertos de 184 países, quienes asistieron a la primera Conferencia Mundial sobre Economía Azul Sostenible.
El foro concluyó con la firma de 60 compromisos relacionados con la protección marina, la inversión, la gestión de residuos y plásticos, la seguridad, la pesca, el financiamiento, la infraestructura, la biodiversidad.
Además, se canalizaron más proyectos: uno de ellos, con el aporte de Canadá y relacionado con la protección marítima, valorado en USD
1 500 millones. Ese monto es solo una muestra de los miles de millones de dólares que se manejan en este segmento.
La economía azul de la UE está “prosperando y creciendo de forma constante”, destacó el primer informe anual de la Comisión Europea sobre esta materia, publicado en junio. Italia, Grecia, Reino Unido y España constituyen las ‘economías azules’ más grandes de Europa, siendo esta última la que reúne una quinta parte de los empleos relacionados con ese sector económico en todo el continente.
No hay una única definición de la economía azul: unos expertos señalan que es aquella que usa los océanos y sus recursos como forma de desarrollo sostenible, y otros señalan que incluye toda actividad económica en el sector marítimo, sea sostenible o no.
Si bien en la precisión de los conceptos aún se afinan términos y su ámbito de acción, lo cierto es que a la economía se la comienza a tratar desde otros enfoques. Tradicionalmente se ha hecho desde una perspectiva del sector primario, que abarca actividades extractivas y de explotación de los recursos naturales; desde el sector secundario que transforma las materias primas y el terciario, que principalmente se concentra en los servicios.
Dos de las siete definiciones que tiene la Real Academia Española (RAE) para el concepto de economía son: “administración eficaz y razonable de los bienes” y “ciencia que estudia los métodos más eficaces para satisfacer las necesidades humanas materiales, mediante el empleo de bienes escasos”.
Sin embargo, a lo largo de los años, economistas e investigadores impulsan el avance de otros tipos de economías, menos convencionales, y que también ayudan al crecimiento y desarrollo de los países, pero de una manera más sustentable y creativa: las llamadas “economías de colores”.
Un color que dio origen a este ‘pantone económico’ es el verde, desde finales del siglo pasado. La economía verde se centra en el análisis de la protección de los ecosistemas orientados a la reducción del riesgo ambiental. Para avanzar en este segmento se han creado instrumentos financieros, como los bonos verdes (títulos de deuda mediante los cuales los recursos que se obtienen financian proyectos sostenibles y socialmente responsables).
Pero si los bonos verdes mueven cantidades enormes, ahora otros papeles buscan espacio en el mercado financiero. El 29 de noviembre se realizó en Colombia la primera emisión de Bonos Naranja del mundo; se trata de una herramienta diseñada para respaldar el crecimiento de las economías creativas en ese país. Ese día se adjudicaron títulos por USD 123 millones.
El presidente de Colombia, Iván Duque, es uno de los más entusiastas en impulsar la economía naranja. Lo es desde que fue consultor del Banco Interamericano de Desarrollo y coautor del libro ‘La economía naranja: una oportunidad infinita’. Con los bonos lanzados en noviembre se financiarán actividades y proyectos de las empresas asociadas a la economía naranja, dentro de las categorías industriales culturales convencionales; creaciones funcionales, nuevos medios y software, y artes y patrimonio.
José Daniel Flores, economista y consultor, considera que esta identificación de la economía por colores permite agrupar criterios en cuanto a la medición de actividades que se han ido desarrollando en los últimos años –en parte, por el avance tecnológico– y a su vez contribuye a diseñar políticas públicas. “Incorporar el lenguaje de colores facilita el reconocimiento de nuevas actividades económicas”.
Esto no significa que se trata de modificar las teorías económicas ni a la ciencia económica como tal. A partir de la agrupación de las actividades económicas en función del color, también se deriva en la definición de nuevas metodologías de cálculo del aporte de estas actividades dentro del PIB.
A la lista de economías verde, azul y naranja se suman otros colores: economía negra (‘negocios’ que se mueven por actividades ilícitas), economía blanca (derivada de actividades pacíficas), economía gris (informalidad, contrabando).
¿La ciencia económica se está redefiniendo? Jorge Calderón, rector del Instituto Tecnológico Superior Argos (Guayaquil), responde que es parte de una evolución que involucra mostrar un concepto complejo a través de un mensaje que se posicione fácilmente. “La ciencia económica se redefine a ser más sencilla en su explicación, sin perder su carácter técnico propio de la ciencia”.
¿Cuál será el siguiente color que se sume a este abanico económico? Unos creen que pide espacio el desarrollo digital, a través de uno de sus máximos exponentes: ‘blockchain’. ¿Con cuál color debiera identificárselo? ¿Qué propone?