Dirigentes barriales y miembros de colectivos protestan contra la construcción del Metro de Quito. Foto: Mariela Rosero / EL COMERCIO
“Abajo el Metro que es el mayor atraco a la ciudad”. Eso dice a través del megáfono Rocío Bastidas, dirigente del barrio La Floresta.
Ella junto a varios colectivos ciudadanos se concentraron la mañana de este domingo, 6 de septiembre de 2015, frente a la Basílica del Voto Nacional para avanzar hacia la Plaza Grande. Ellos tratan de que los habitantes de Quito reflexionen sobre este proyecto de sistema de transporte que ha sido considerado por las alcaldías anterior y por la actual como una solución al problema de transportación.
El Metro costaría USD 1 940,9 millones. USD 750 millones los pondrá el Gobierno central y el resto el Municipio de Quito.
El arquitecto Diego Velasco, del colectivo Kitu Milenario, con el megáfono dice: “¿Qué va a pasar con los habitantes y comerciantes del Centro Histórico, esa construcción tardará dos o tres años. No a la estafa y al distractor”.
Velasco prosigue y dice que no puede pasar un Metro subterráneo por el Patrimonio de la ciudad. Asegura que eso destruirá todo lo que está debajo de la capital.
También dice que debajo hay 2 000 años de historia especialmente bajo San Agustín, la Tola y el Templo del Arco Iris.
Son alrededor de 20 personas que dicen que han mostrado su oposición a este sistema de transporte propuesta desde la época del exalcalde Augusto Barrera. Está por ejemplo Ricardo Buitrón, de Acción Ecológica. “Todo está en peligro impulsado por gente codiciosa que no sabe sobre investigaciones del Centro Histórico de Quito”, señala
“Vecinos de la calle de las Siete Cruces. Vamos a evitar el fraude para los quiteños, construir una obra inconsulta que va a destruir pequeños negocios y sacar a la gente de su hábitat. Debemos detener este atropello. El Metro sepultará a estos malos políticos”, añade Bastidas.
José Chiriboga representa a la Red de Asambleas Territoriales de Quito está en la caminata que avanza hacia la Plaza Grande. Él reclama porque, asegura, no hay estudios de factibilidad ni análisis comparativo.
Los caminantes dicen a los vecinos lo que ellos calculan pasará durante dos o más años de construcción del Metro. Además aseguran que seguirán protestando.