217 estructuras afectadas en Quito desde el 2014; 10 de ellas patrimoniales

En las calles Larrea y Santiago,  una casa patrimonial colapsó por las lluvias. Foto: Vicente Costales/EL COMERCIO

En las calles Larrea y Santiago, una casa patrimonial colapsó por las lluvias. Foto: Vicente Costales/EL COMERCIO

Es capaz de deslizarse por las grietas más finas, penetrar losas, recorrer bloques, piedras, suelo vegetal y saturar la tierra y las paredes. En invierno, la lluvia se vuelve el verdugo de las construcciones antiguas sin mantenimiento, de las casas informales construidas de manera antitécnica y de las laderas pronunciadas.

Desde el 2014 hasta hoy, 217 casas han sido afectadas en la época invernal. Christian Rivera, director del COE Metropolitano, asegura que la mayoría de emergencias atendidas era por colapsos de paredes y muros de contención, por lluvias. En este año, el COE ha realizado 92 inspecciones a viviendas con afectaciones estructurales. De ellas, 35 casas presentaron daños considerables, 10 de ellas patrimoniales: algunas perdieron sus cubiertas y otras sus paredes.

El peor enemigo del adobe es el agua: el líquido ingresa por las porosidades, satura la pared, y la vuelve frágil como lodo. Por eso cuando llueve, las construcciones de adobe son las más afectadas. De hecho la mayoría de edificaciones dañadas están en el centro, donde hay construcciones antiguas.

Handel Guayasamín, expresidente del Colegio de Arquitectos, explica que es preocupante el estado de las casas patrimoniales debido a su capacidad de absorción de humedad, por lo que requieren de manera urgente un trabajo de mantenimiento y de reabsorción, ya que el material se degrada cuando se satura.

Incluso una construcción bien hecha, con bloque, puede ceder si tiene la presión de un talud lateral o posterior que empuje a la casa.

Hay dos factores que inciden para que una casa colapse: por un lado su ubicación (cuando está en laderas o cerca a quebradas), y por otro, la calidad de las edificaciones. Los problemas estructurales en viviendas, dice Guayasamín, están ligados a la pobreza. El riesgo es mayor, explica, para aquellas viviendas de bloque barato, de mala calidad, sin enlucido ni impermeabilizante.

Con él coincide Diego Salazar, constructor experto en planificación, quien asegura que todo depende de la calidad de la construcción y del mantenimiento que reciba. Es fundamental realizar estudios de suelos y niveles freáticos, ya que la cimentación depende del tipo de suelo. Y explica que el clima extremo y variable que tenemos en la capital es otro de los factores que lleva al deterioro de las losas. El tener en la madrugada temperaturas de 5 °C y pasar los 25 al mediodía, produce comportamientos drásticos en los materiales: las losas se trizan.

El experto explica que todo material expuesto al exterior necesita un recubrimiento que le permita repeler el agua. Tanto el adobe como el bloque y el ladrillo, pueden ser impermeabilizados y pintados. Hay pinturas repelentes que no cuestan más de USD 30 el galón y son capaces de alargar la vida de un predio por 30 años con mantenimiento periódico.

Lo ideal es que una casa sea construida por especialistas y que cada seis meses se revisen fisuras, canaletas, el estado del terreno y de las losas. Si eso no ocurre, el agua pasa factura.

En el último trimestre, debido a los daños, dos casas debieron ser derrocadas: una en el Comité del Pueblo y otra en Cochapamba. Entre los sectores más vulnerables están El Itchimbía, Chillogallo, La Libertad, San Juan, La Argelia...

Cada casa caída tiene una historia. Sandra Guachico debió pedir posada a su hermana, tomar a sus hijos y abandonar el lugar en el que vivió nueve años en Atucucho. Su vivienda quedó inhabitable luego de que un muro cediera y destruyera todo. Allí, algunas casas parecen estar incrustadas en la montaña. Hay calles empinadas y los vecinos temen por su seguridad. Juan Clavijo, de 49 años, vive en el pasaje J y asegura que cuando baja la corriente la vía principal se cubre de lodo y no pueden pasar autos. Debe usar botas de caucho para salir de casa.

Para Guayasamín, el Municipio está rebasado por el tema de la informalidad. Más del 60% no ha sido aprobada y recomienda que se determinen las zonas de riesgo por calidad de construcción y por ubicación. Además, que se realice un sistema de fiscalización de obra que garantice que las casas se ejecuten técnicamente.

Guayasamín puntualiza que la situación de riesgo no solo ataca a Quito, en general a las ciudades de la sierra de América Latina. La Paz, por ejemplo, tiene mayor vulnerabilidad por el tipo de suelo.

Según Jacobo Herdoíza, secretario de Hábitat del Distrito, el Municipio trabaja en la creación de un proyecto normativo que se enfoca en reconocer las construcciones informales en la ciudad, y prevé un reforzamiento en la estructura de las casas con el fin de dar mayor resistencia particularmente a las viviendas ubicadas en zonas de alto riesgo.

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