Carmen Segovia mece con una cuchara de palo una mazamorra de harina de maíz que se cuece en una olla asentada sobre un fogón.
“Toda mi vida he cocinado con leña”. Así comenta esta ama de casa, de 83 años, mientras aviva las llamas soplando en el corazón del fuego.
Ella ha sido testigo del paso de la gasolina, querosén y gas como combustibles para preparar los alimentos. Ahora ha escuchado sobre las cocinas eléctricas a inducción. Pero confiesa que prefiere la ‘tulpa’ (cocina a leña, en quichua) “porque además que la comida adquiere un mejor sabor, calienta la casa”.
El hogar de Carmen Segovia es uno de los 259 216 del país que aún usan leña o carbón para preparar los alimentos, de acuerdo al INEC.
Según el último Censo de la Población y Vivienda del 2010, el gas es el combustible más utilizado, seguido de la leña y el carbón.
La casa de Piedad Narváez, en Tulcán, es uno de los 3 575 hogares de la provincia fronteriza que cocina con leña o carbón. Foto: José Mafla/ EL COMERCIO
El canto de los gallos acompaña a la campesina, mientras prepara el almuerzo, en su casa ubicada en la comunidad de Ilumán, en Otavalo.
José González, nativo de este poblado, explica que las familias acostumbran a tener aquí una cocina de gas y otra de leña.
“Los alimentos más duros como el mote, que demora cinco horas en guisarse, o el fréjol, tres, se preparan en la tulpa. El resto a gas”, explica. Entre tanto, sostiene un hacha con la que retacea un tronco seco.
El uso de la madera como combustible doméstico es mayor en la zona rural. Ese factor ubica a Manabí, a escala nacional, como la provincia en donde más personas utilizan los residuos vegetales en la elaboración de la comida.
Las cifras del INEC indican que 48 528 casos de familias manabitas aún usan leña o carbón, frente a 287 939 que emplean el gas licuado de petróleo.
En el Mercado del cantón Olmedo, por ejemplo, más de 10 comedores preparan la comida en las brasas de carbón.
En Loja, el 80% de sus habitantes también cocinan con leña.
Una de ellas es Mercedes Medina, oriunda de la comunidad de Gera, del cantón Saraguro. Antes no se acostumbró al gas y ahora teme que no lo hará con las cocinas a inducción. Por lo pronto, prefiere seguir utilizando la leña como lo hacían sus padres y sus abuelos.
Para Medina más pesa la costumbre. Sin embargo, para otros ecuatorianos como Dolores Pineda, de Otavalo, lo que más le atrae es que casi no gasta dinero con la leña, pues la recolecta en bosques vecinos.
Laura Narváez, del sector La Ensillada, en Carchi, prepara el almuerzo para su familia con leña. Ella utiliza este material porque en esta provincia es complicado conseguir cilindros de gas. Foto: José Mafla/ EL COMERCIO
En Carchi, provincia fronteriza con Colombia, Filomena Enríquez, de 68 años, prefiere la leña porque es más fácil de acceder que a un cilindro de gas que son vendidos a través de cupos mensuales.
Mientras que su vecina Paola Enríquez, de 25 años, aduce a que los leños ardiendo ayudan a enfrentar el frío de las noches de la ciudad de Tulcán.
Sea la razón que sea, todos coinciden en que los alimentos cocinados con los maderos tiene un mejor sabor.
En Imbabura, el metro cuadrado de leña cuesta entre USD 10 y 12. Esa cantidad le dura hasta seis meses a Dolores Pineda.
Sara Navarro, otorrinolaringóloga, descarta que cocinar con leña afecte a las vías respiratorias de los usuarios.
Carmen Segovia retira la olla del fogón. Mientras las brasas siguen calentando su hogar.
Punto de vista
El combustible influye en el sabor
Chef Esteban Tapia, Técnico del Ministerio de Cultura y Patrimonio de Ecuador.
El tipo de combustible y el material de los implementos que se usa para cocinar influye en el sabor de la comida. Un arroz preparado en cocina a gas y en olla de aluminio no puede superar al elaborado en leña y en envase de barro. Sin embargo, hay que ser consciente con la modernidad. Ahora sería imposible que una urbe con 200 000 habitantes utilice solo leña o carbón. Además, el proyecto para utilizar cocinas a inducción para la preparación de comida en los hogares tiene sus pros y sus contras. Igual sucedió con el cambio del querosén al gas. Pero la gente tiene que adaptarse. La electricidad es una energía limpia. Además el petróleo es responsable de la crisis del siglo XXI.