En la parada de la Ecovía, ubicada frente al Colegio Montúfar (sur), hay un vidrio roto. Foto: Eduardo Terán / EL COMERCIO
Los cristales de las dos puertas de la parada Eugenio Espejo, de la Ecovía (centro de Quito), están rotos, solo queda la estructura metálica. En la del Colegio Montúfar (en el sur), una parte de los ventanales laterales se fragmentó.
En la estación El Ejido, del Trolebús, una de las láminas se rompió y fue reemplazada por una plástica. En La Marín hay cristales trizados. Hay basura, sobre todo papeles, en los alrededores. El estado de las paradas del sistema de transporte municipal no es óptimo.
Este Diario se contactó con tres personas que trabajan en el sistema de recaudación de la Empresa de Pasajeros, quienes contaron los problemas que deben enfrentar. Dicen que las condiciones laborales no son las mejores. Pidieron no citar sus nombres por temor a represalias. Una de ellas, Ana, trabaja en la empresa por más de 10 años. Su jornada empieza a las 03:45, cuando pasa el recorrido para llevarla a la estación, donde le entregan las monedas para dar los vueltos. Llega a la parada Recoleta a las 04:50.
Su lugar de trabajo es un cubículo de un metro cuadrado, donde pasa nueve horas al día.
El primer problema, dice, es que las sillas están dañadas. “Al otro día de que las trajeron, ya no servían. No suben ni bajan, son incómodas; además sudan, por el material. Hay compañeras que han tenido que sentarse en un balde”.
Como el cubículo es de vidrio, María, otra recaudadora que trabaja allí desde hace 12 años, opta por colgar carteles, carpetas o sacos en los vidrios para tratar de cubrirse del sol, ya que las cortinas no sirven.
Los recaudadores deben hacer llamadas para pedir abastecimiento de boletos o monedas, además para alertar en caso de robo o accidentes. Sin embargo, no todas las paradas tienen teléfono. En el Trole solo lo tienen las que van en sentido sur-norte. En las otras, los recaudadores están incomunicados y deben usar su celular, si es que tienen saldo o plan de datos, cuenta María.
Ana, quien recibe un sueldo de USD 581 más beneficios, tiene problemas de vías urinarias. Las infecciones se han vuelto frecuentes, indica, debido a que debe aguantar varias horas para poder ir al baño.
Como no puede abandonar el puesto de trabajo, debe pedir que venga a cubrirla algún volante de caja, es decir, personal que se queda en la estación por 10 minutos hasta que la recaudadora regrese. Solo puede salir al baño una vez al día.
En El Ejido, los vidrios están rotos. Hay quienes suben por las puertas de embarque. Foto: Eduardo Terán / EL COMERCIO
Quienes trabajan en el sistema de recaudación tienen un chat en el que se informan las novedades. Allí se pide autorización para ir al baño. Ana muestra en su móvil cómo hace el pedido con la clave “77 momentáneo” y casi dos horas y media después le responden. “Cuando nos quejamos, nos dicen que debemos aguantarnos”.
Entre la Plaza del Teatro y Quitumbe hay solo nueve baños operativos. En la parada Internacional, en el sur, el baño está dañado y desde hace más de tres meses no tiene agua. Cuando un recaudador está en una parada sin baño tiene dos opciones una vez que le han mandado el reemplazo: subirse en el mismo bus y llegar hasta una parada con servicio higiénico, o salir a pedir a algún local y cancelar USD 0,25.
Andrea trabaja en la empresa más de 15 años y cuenta que en la Ecovía la situación es similar. Hay un baño cada tres paradas. “En Guajaló no hay llave para asegurar la puerta. Hay que amarrar con una funda”.
El segundo turno entra a las 14:00. Las paradas se van cerrando desde las 22:00, conforme avanza el último bus. El turno termina usualmente a las 00:00. “En la noche cada uno debe ir a dejar lo recaudado. Subimos al mismo trole sin guardia ni custodio”.
Como algunas paradas tienen los vidrios rotos, entra el frío. “Yo opté por comprar cinta adhesiva para cubrir las rendijas; pero aun así, el frío es tenaz”. Andrea asegura que cuando llueve el problema se agrava. Incluso entra el agua.
Antes, cada parada tenía un guardia, pero hoy lo comparten entre dos, lo que dificulta el control de los evasores e incluso la seguridad.
La limpieza también ha cambiado. Juana, quien trabaja haciendo el aseo en estos lugares, cuenta que tiene la disposición de limpiar la cabina y recoger papeles. “Antes limpiaba ocho paradas, ahora 12”.
La empresa tiene 1 300 trabajadores en el área operativa. Los tres empleados dicen que el equipo de recaudo, al que pertenecen más de 600 personas, es bueno y honesto, que el problema tiene su origen en los directivos.
Ayer, Hernán Romo, secretario del Comité de Trabajadores, prefirió no pronunciarse sobre las condiciones en las que laboran sus compañeros. En una entrevista anterior, dijo que las anomalías en recaudación fueron denunciadas en el 2015, pero no hubo correctivos.
Este Diario pidió una entrevista con el gerente de la empresa, Darío Chávez, el 6 de febrero. Ayer se envió un cuestionario en caso de que la entrevista no se concrete, pero no obtuvo respuesta.
Juan Pablo Rosales, presidente de la Asociación de Peatones, cree que la Alcaldía debe encargarse de este problema. “El sistema de bus ha sido descuidado, no tiene mejoras, los contratos y concesiones no han cambiado. Hay una deuda institucional grande”.