Isabel García, desde Carmel para Siete Días
No se puede pasear con tacos porque el adoquinado se resiente. Lo dice una ley, en vigor desde 1963. Otra señala que las farolas, los buzones y los números de las calles resultan antiestéticos, así que todos a oscuras una vez caído el sol, deben adivinar para identificar una casa. Y vecino que reciba una carta debe buscarla en el Ayuntamiento. Si no, multa. ¿Alguna cosa más? ¡Nada de locales de comida chatarra!
Un alcalde de película
Clint Eastwood no solo es uno de los vecinos del municipio sino que fue su alcalde de 1986 a 1988. El actor se enamoró del lugar cuando ejercía de instructor militar de natación en el cercano Fort Ord en los sesenta.
Ayudó a preservar un área ecológica condenada a convertirse en un condominio de 80 casas, agilizó los trámites burocráticos, levantó una inmensa biblioteca y puso en marcha un anexo dedicado al desarrollo infantil.
Ganó las elecciones por el bando republicano con el 72% de los votos. Hasta el presidente Reagan lo llamó para felicitarle. Se fijó un sueldo mensual de USD 200.
Y eso que estamos en EE.UU., el país que inventó el mismísimo ‘fast-food’ a base de hamburguesas con papas XXL.
Concretamente, en Carmel-by-the-Sea, un agradable pueblo de 4 000 habitantes ubicado en plena costa californiana, a unos 200 km al sur de San Francisco. ¿Esnobismo? ¿Buen gusto? ¿Ganas de llamar la atención? Sobran opiniones, aunque nadie puede negar el encanto de sus boutiques de diseño y sus casitas de campo de estilo europeo, diseñadas como si Hansel y Gretel fueran a salir de ellas en cualquier momento.
Al ambiente de cuento de hadas se unen sus patios semiescondidos, sus numerosas galerías de arte (hay más de 100), sus coquetas tiendas de recuerdos y delicatessen, sus idílicas playas de arena blanca o sus cafés de aire bohemio y tortas que, de tan apetitosas, parecen de juguete.
No en vano, el pueblo así concebido nació como refugio de artistas e intelectuales a principios del siglo XX, aunque la historia habló de él mucho antes, en 1771, cuando fray Junípero Serra plantó aquí una de las 21 misiones repartidas por California.
Con el tiempo, un par de artesanos, Mayotta Browne y Hugh Comstock, pusieron de moda el diseño de las casas a modo de granja suiza, con falsas fachadas y tejados de paja. “La arquitectura entre californiana y europea me gusta, pero la oscuridad por la noche es una tontería que provoca graves accidentes”, relata el dueño de Carmel Forecast, una elegante tienda de ropa. Lo hace girando el dedo índice sobre su cabeza mientras cambia un CD de música country.
Luego habla del afamado Clint Eastwood, quien no solo es uno de los vecinos sino que fue su alcalde. Su huella sigue presente en The Mission Ranch, antigua granja convertida en hotel con 21 habitaciones y hasta piano-bar, adonde suele acudir con Hillary Swank o Chris O’Donnell.
Confirma sus nombres Teresa Jung, la administradora, al tiempo que asegura que al director de ‘Río Místico’ le gusta “contar chistes y tocar jazz” cada vez que viene. Detrás de ella, una fotografía del actor se codea con otra de John Wayne vestido de vaquero.
La lista de famosos no acaba aquí, ya que Brad Pitt compró una casa en este apacible refugio cuando aún era el marido de Jennifer Aniston. Le emularon Kevin Costner, Jack London, Kim Novak o Doris Day, quien incluso regenta un hotel en el que los perros son los protagonistas. Se trata del Cypress Inn, donde los animales son recibidos con galletas en forma de hueso. Por si fuera poco, son los propios caniches quienes sirven el té, con cofia y todo, tanto a los huéspedes como a sus cachorros. Sobra decir que Carmel se caracteriza por su apertura a las mascota, que se traduce en una veintena de restaurantes, boutiques, peluquerías y hoteles con todas las comodidades caninas imaginables.
Las excentricidades de este bello enclave continúan con sus deslumbrantes campos de golf, sus spas con chocoterapia o sus glamorosas enotecas. No hay que olvidar que de esta región californiana salen algunos de los mejores vinos del mundo.
Carmel incluso le hace la competencia a Las Vegas a la hora de dar el ‘sí, quiero’ en un ambiente, digamos, diferente. De ahí que el número de joyerías se multiplicase en los últimos años.
¿Le falta algo a este pueblo? Félix Soro, turista español que curiosea en una tienda surfera, lo tiene claro: “No”.