Pablo Fiallos. Redactor
cine@elcomercio.com
Fausta esconde un terrible secreto dentro de su vagina. Un secreto que se presenta en forma de una papa y que simboliza el miedo que sufre la protagonista: llegar a ser violada.
La ficha técnica
Título: ‘La teta asustada’
Guión y dir.: Claudia Llosa
Países: Perú y España
Año: 2009. Dur.: 94 min.
Género: Drama
Reparto: Magaly Solier, Susi Sánchez y Marino Ballón
Música: Selma Mutal
Fotografía:
Natasha Braier
Producción: Antonio
Chavarrías, José María
Morales y Claudia Llosa
Para quien disfruta de la magia dentro de la dura realidad
En su segundo largometraje, ‘La teta asustada’, la directora peruana Claudia Llosa vuelve a bucear en la mitología andina para reflexionar sobre la historia real que ha vivido su país.
La constante presencia del miedo en la protagonista se revela como una metáfora del terrorismo en Perú. El título de la cinta se refiere a una enfermedad que se transmite por la leche materna de las campesinas violadas por los integrantes del grupo Sendero Luminoso.
Como Fausta, la protagonista del filme, los infectados con la ‘teta asustada’ nacen sin alma, porque del susto esta se esconde en la tierra, y cargan un terror ancestral que les aleja del resto.
A partir del síndrome, o de la creencia de ese síndrome más bien, la directora simboliza a la ola de terrorismo sufrida por los campesinos peruanos, en la década de los ochenta.
La cinta se inicia con la muerte de la madre de Fausta. Este hecho dará lugar a una constante peregrinación de la protagonista, que más que buscar un lugar tiene como objetivo lograr un autodescubrimiento que permita recuperar su autoestima.
Llosa justifica cada movimiento de cámara. Aunque en su mayor parte, la cinta se mantiene estática. Cuando se enfrenta con el personaje esta persigue en primeros planos a Fausta, en secuencias que se internan en su callada personalidad.
Ese silencio permanente, que de repente es cubierto por las tristes notas dolorosas de una canción andina, marca el tono pausado del filme. Ante ello, Llosa da una presencia muy importante a los sonidos del ambiente que incorpora hábilmente y les otorga cualidades dramáticas.
Sin embargo, ese intimismo que busca insistentemente Llosa en su protagonista hace que la historia se mantenga por momentos en una lenta pausa, como si se tratara de un largo plano del reflejo de uno mismo sobre un espejo deslustrado.