Redacción Manta
Pedro A. y Aída Y. lloraron sobre el féretro de su hijo José, de 15 años. Él fue asesinado por cinco adolescentes, cuando iba por el barrio Juan Montalvo en la parroquia Eloy Alfaro, en Manabí.
Celestino, tío del fallecido, lamentó que su sobrino haya muerto por no dejarse robar un celular. Yolanda, una joven vecina de la familia, contó que la última vez que vio a José fue la tarde del lunes.
Unas horas más tarde, su cadáver fue encontrado en una fábrica abandonada. Entonces, los vecinos del lugar acusaron a un grupo de adolescentes que supuestamente son parte de una pandilla.
La Policía montó un operativo para buscar a los supuestos responsables y, anteayer, fueron arrestados tres sospechosos .
Uno de los adolescentes detenidos contó a la Policía cómo ocurrió el crimen. Él dijo que le robaron la bicicleta pero que José no se quedó tranquilo. Regresó a su casa. Salió con otra bicicleta, la de su padre, y los persiguió.
Incluso, fue a la casa de uno de ellos para reclamarle, luego se enfrentó a otros cuatro adolescentes. Pero ellos con engaños se lo llevaron hasta la fábrica abandonada.
Los muchachos intentaron arrebatarle el celular, pero José no se los permitió. Uno de los adolescentes lo agarró por la espalda, mientras otro sacó un cuchillo del pantalón y le cortó el cuello. Según el detenido, los dos atacantes escaparon de la Policía.
La familia del adolescente no sabía del paradero del joven. Lo buscaron desde el lunes por la tarde. “Recuerdo que eran las 18:00, nadie nos daba pistas sobre dónde podía estar mi hijo”, comentó el padre del adolescente.
Ellos recorrieron hospitales, la morgue y hasta los calabozos de la Policía. Luego de casi 17 horas de rastreo, unos vecinos les dieron indicios de dónde podían buscar a José. “Uno de mis hermanos recorrió la fábrica abandonada y encontró el cuerpo”.
Los allegados del muchacho no entienden cómo un grupo de adolescentes pudo haber cometido el asesinato y con tanta violencia y solo para robar un celular.
Ellos intentan resignarse, aunque el dolor de ver el ataúd de su hijo es más fuerte. Durante el velatorio, en su humilde vivienda, los murmullos inundaron el lugar. Los familiares temen se tomen represalias por hablar de la violencia entre los jóvenes.
“Es mejor así, que pocos nos escuchen, puede ser que mañana nos quieran matar por soplones, como dicen los pandilleros”, sostuvo Zoila, una vecina del lugar.
A las 11:00, el féretro con el cuerpo del joven fue llevado hasta la iglesia de la localidad. “Casi no pesa, está balsito. Era un niño aún”, sostuvieron quienes cargaron el ataúd por la ciudad.
Una maestra, que labora en uno de los tres colegios que existen en la zona, cuenta que la violencia entre los jóvenes es un problema que crece cada día. “Son violentos, pues provienen de hogares violentos, donde el padre está preso, la madre es drogadicta; o los padres simplemente migraron fuera del país y se olvidaron de ellos. Son presa fácil de los reclutadores de pandillas que llegan desde Guayaquil”, dijo.
Según estudios de la Policía y de académicos sobre las pandillas, antes de ingresar a esas agrupaciones, se somete a los chicos a pruebas. Una de ellas es matar, en el caso de los hombres; y aceptar abusos sexuales, para las mujeres.
La despedida a José
La misa de cuerpo presente se realizó en la Iglesia San Patricio. Luego de la ceremonia se llevó el cuerpo hasta el cementerio de la ciudad para enterrarlo.
José A. era el tercero de ocho hermanos. Cursaba el 10 año de educación básica.
Una adolescente que vive en el barrio Juan Montalvo dijo que entre los adolescentes y jóvenes existe una especie de norma. “Quién más delinque, es más respetado”. Pero sobre todo gana jerarquía y notoriedad entre las comunidades de pandillas que existen en la zona.
Punto de Vista
Wilmer Suárez / consultor en seguridad
‘El joven necesita más espacio’
Los niveles de violencia que se registran en la provincia de Manabí, y en general en el Ecuador, son consecuencia de lo que sucede en el resto del mundo.
Los jóvenes estamos paralizados e impedidos de actuar, por la sociedad que nos rodea. Vivimos en un mundo para adultos, donde los espacios para nosotros son demasiado reducidos.
Que un grupo de adolescentes degüelle a otro es algo terrible e injustificable. Pero por ese caso no se puede generalizar y decir que todos los jóvenes que viven en la parroquia Eloy Alfaro son violentos. Siempre hay excepciones y el caso debe ser analizado con mesura. En esta parroquia también se vive un problema común en las ciudades, no hay espacios para el esparcimiento y diversión, como canchas deportivas, parques, teatros, cines. Esto desemboca en que muchos adolescentes y jóvenes exploten sus energías de diversas maneras, entre ellas unirse a las pandillas o grupos delincuenciales que operan en la zona. Ellos se unen en busca de aceptación y respeto.
Además, cometen delitos como una forma de demostrar quién manda en una determinada zona de la ciudad o de la parroquia.