En Bishud, los sembríos están a 3200 metros de altura, en la zona árida. Fotos: cortesía Corpopuruwa
Las plantaciones de chochos no requieren de agua de regadío, son rentables y en el Ecuador la demanda está insatisfecha. Esos motivos impulsaron a cerca de 600 familias de Chimborazo a optar por ese cultivo y a organizarse para la comercialización.
La asociatividad ha sido clave para sacar su producción adelante durante la pandemia por el covid-19. Las 10 organizaciones que se formaron en esa provincia durante la última década se apoyaron entre sí para adquirir insumos, contratar maquinaria y no frenar la siembra de marzo. La cosecha empezará en octubre.
Además, al organizarse pudieron sumar el volumen de producción, estandarizaron sus prácticas agrícolas y sembraron una misma variedad: el chocho andino 450. El objetivo de los agricultores de Colta, Guamote, Alausí y Chunchi es cubrir la demanda local, ingresar a las perchas de los supermercados y, a largo plazo, exportar su producción.
Para lograr esa meta los agricultores recibieron capacitaciones y acompañamiento técnico del MAG, además, obtuvieron una certificación de buenas prácticas agrícolas entregada por la Agencia Ecuatoriana para la Regulación del Agro (Agrocalidad).
Chimborazo tiene la mayor producción de chochos en el país, con cerca de 800 hectáreas. Le siguen Cotopaxi y Tungurahua; ambas provincias suman unas 350 hectáreas.
Las 1 725 toneladas que se cosechan al año no abastecen la demanda nacional. Un estudio de mercado efectuado por técnicos del MAG mostró que el consumo promedio de chocho en Ecuador es de ocho kilos al año por habitante. Debido a la demanda insatisfecha, a los mercados ingresa chocho importado desde Perú.
Los socios de Corpopuruwa se capacitan para certificar su producción.
“Este cultivo está generando fuentes de trabajo, especialmente en Guamote y Alausí. Es ideal para esta zona, porque las tierras son áridas, arenosas y hay escasez de agua; el chocho se adapta muy bien a estas condiciones y el rendimiento es alto”, explica Álvaro Delli, director del MAG en Chimborazo.
El suelo desértico de Palmira, una parroquia de Guamote, parecía estéril hasta que los habitantes de esa zona empezaron a probar con la siembra de chocho. Allí no hay agua y el suelo carece de materia orgánica, por lo que otros cultivos, como el maíz, no prosperaban.
“No sabíamos qué sembrar, mucha gente migró por la pobreza de la tierra. Los técnicos nos hablaron del chocho y ese sembrío nos cambió la vida, ahora estamos asociados para tener mejores ganancias”, dice Julio Bravo, integrante de Corpopuruwa, una asociación de agricultores integrada por 84 familias de Guamote.
Ellos también gestionaron la implementación de un centro de acopio de chocho, que es el más grande del país. Allí se acopian cada año un promedio de 1 200 toneladas del grano.
La leguminosa se entrega a depósitos de granos en Riobamba, Guamote, Ambato, Quito y Guayaquil. El precio de cada quintal fluctúa entre USD 75 y 120, dependiendo de la época del año.
Corpopuruwa también comercializa chochos cocidos y semilla certificada para que otros agricultores puedan mejorar la calidad de su producción. Cada quintal de semilla se vende en USD 180.
En Guano, un cantón situado en el norte de Chimborazo, también hay sembríos.
En la comunidad La Delicia, por ejemplo, tienen 7 hectáreas cultivadas con la variedad nativa. Ahí habitan 240 personas. Sus productos son tan apetecidos entre los comerciantes intermediarios de Latacunga, Riobamba y Ambato, que incluso les pagan anticipos para asegurar el producto, debido a la alta demanda.
El chocho nativo es el que tiene un mejor rendimiento en esta zona; “por eso guardamos una porción de nuestra misma cosecha para convertirla en semilla”, cuenta Juan Pablo Paredes, un agricultor.
Se ha tenido éxito con la siembra, por eso cada año hay más familias de la comunidad que se deciden por este cultivo, comenta Paredes.
En contexto
El chocho es una leguminosa nativa de la región andina. El mercado internacional lo lidera Bolivia y le siguen Perú y Ecuador. El chocho nacional se distingue por su tamaño y mayor concentración minerológica y nutritiva. En la gastronomía es de uso versátil.