‘Que la libertad de prensa está en peligro es un chiste comunista”, dice Silvio Berlusconi, el premier italiano que a pesar de los escándalos de corrupción que protagoniza tiene 70% de popularidad.
“Un chiste comunista y catocomunista”, reitera Berlusconi en referencia a los grupos católicos y de izquierda que repudian su prepotencia, arrogancia e insaciable apetito por el poder político, económico y mediático.
¿Es ‘un chiste comunista’ denunciar que está en peligro la libertad de prensa? Berlusconi cree que quienes denuncian esa posibilidad son subversivos y atentan contra el Estado.
Advierte que “el verdadero peligro en la prensa es la violación de la privacidad de las personas”, pero cuando sale a defender la intimidad individual y dicta leyes para protegerla, en realidad está censurando posibles nuevas revelaciones sobre sus fiestas sexuales veraniegas.
El revuelo lo molestó tanto que decidió enjuiciar a tres grandes rotativos de Italia porque, según dijo, el escándalo de los banquetes eróticos fue parte de una campaña mediática para desestabilizarlo y forzar su renuncia: “Con esa pésima calidad de prensa, ¡pobre país!”, suele repetir, indignado, en cada aparición pública.
Entre sus argumentos para demandar a los diarios y presionar los despidos de una decena de importantes periodistas, afirmó que “los medios confunden libertad de expresión con libertad de insulto, calumnia y difamación”.
Ególatra convencido de que la mayoría de ciudadanos aspira a ser como él porque “soy un dirigente ejemplar que no roba y que no utiliza el poder para ventajas personales”, se jacta de que su popularidad ”es un récord inigualable en las democracias occidentales después de un año de gobierno”.
¿Cómo entender a un pueblo que simpatiza con un político arbitrario que, entre otros graves errores en el manejo de su país, lo ha llevado a la crisis económica más grave desde la Segunda Guerra Mundial?
¿Por qué el pueblo italiano se entusiasma con decisiones antidemocráticas como la creación de rondas civiles de vigilancia “para garantizar la seguridad de los ciudadanos”, como si esa función no le correspondiera a la Fuerza Pública?
¿Por qué los militantes desestiman la crítica y acusan a los objetores de que sus cuestionamientos son amargura o conspiración? ¿Es realmente un “chiste comunista” defender la libertad?
El maestro Umberto Eco cuenta que el día que Benito Mussolini subió al poder, influyentes y entusiastas partidarios decían que “en la grave situación que se encuentra Italia, al fin llega el hombre enérgico que ponga orden”.
“Sin embargo -concluye Eco-, el fascismo en Italia no se instauró gracias a la personalidad enérgica de Mussolini, sino a la sumisión de una sociedad enferma que lo permitió”.