Una banda militar y un coro toman posiciones dentro de las primeras etapas del desfile militar que conmemorra el aniversario 70 del fin de la Segunda Guerra Mundial en Pekín. FOTO: GREG BAKER / AFP
Setenta años después del fin de la Segunda Guerra Mundial en Asia, China celebrará hoy la fecha por primera vez con un gran desfile militar, que pretende convertir en el mayor de la historia del país: 12 000 soldados marcharán por la capital, junto unos 500 vehículos acorazados que circularán en la plaza de Tiananmén o de la Paz Celestial, en lo que se ha interpretado como una gran demostración de poder.
Además, 200 aviones militares sobrevolarán en formación el desfile, en el que Pekín exhibirá misiles intercontinentales con capacidades nucleares. Más del 80% de esos equipamientos nunca habían sido exhibidos antes.
“En China el espectáculo sirve para demostrar la autoridad del jefe de Estado y partido Xi Jinping”, considera el profesor Shi Yinhong, de la Universidad del Pueblo de Pekín. “Hacia el exterior se pretende demostrar la creciente fortaleza de la economía china y su capacidad de ayudar a proteger el orden mundial”.
Unos 30 huéspedes extranjeros acudirán al desfile, entre ellos el presidente ruso, Vladimir Putin, que aterrizó hoy en Pekín, el secretario general de la ONU Ban Ki-moon, la presidenta Park Geun-hye de Corea del Sur, país que también sufrió la agresión japonesa durante la Segunda Guerra Mundial, y el presidente venezolano, Nicolás Maduro.
Aparte de ellos la lista de invitados no es demasiado significativa. Destacada es sin embargo la presencia del presidente de Sudán, Omar al Bashir, buscado por crímenes de guerra y genocidio por la Corte Penal Internacional, cuya orden de captura no reconoce Pekín.
La cúpula comunista convocó a jefes de Estado al día en recuerdo “de la victoria en la guerra popular china contra la invasión japonesa y la guerra contra el fascismo”. Sin embargo, el primer ministro japonés, el conservador Shinzo Abe, rechazó una invitación, por lo que el país nipón estará representado por el ex primer ministro Tomiichi Murayama, el autor en 1995 de la hasta ahora disculpa más honesta por los días de guerra.
Estados Unidos o Alemania estarán sólo presentes a nivel de embajadores, mientras Francia estará representado por su ministro de Exterior, Laurent Fabius. El ex canciller alemán Gerhard Schröder y el ex primer ministro británico Tony Blair acudirán como “amigos de China”, es decir como personas que tienen actualmente algún tipo de negocio con China.
Uno de los pocos políticos de alto rango europeos en acudir será el presidente checo, Milos Zeman, lo que le valió en su país la acusación de oportunista. En el desfile participarán 1 000 soldados extranjeros procedentes de 17 países como Rusia, Cuba, Kazajstán, México, Pakistán y Serbia.
Pero el desfile no sólo es controvertido por la disputa de China con varios países vecinos por un archipiélago, sino también por el lugar en que se celebrará: la plaza de Tiannanmén o de la Paz Celestial, donde el Ejército chino reprimió por la fuerza las protestas democráticas de 1989.
La capital china está en estado de excepción: cientos de miles de voluntarios garantizan el orden. Y para que el habitual smog no impida que el sol y el cielo azul brillen sobre los soldados, Pekín obligó a más de 10 000 fábricas en la capital y en las provincias cercanas a reducir o incluso interrumpir la producción desde mediados de agosto.
Según los medios estatales, en casi el mismo número de obras de la construcción se pararon también los trabajos. Además, las autoridades quieren retirar a la mitad de los automóviles de las calles, que según las matrículas sólo podrán circular en días pares o impares.
Las drásticas medidas también pretendían reducir la contaminación y el tráfico de cara al Mundial de Atletismo de nueve días de Pekín, que ya terminó. Con motivo del desfile militar incluso se retrasó el inicio escolar de niños y jóvenes y el Palacio Imperial de Pekín en el corazón de la capital, destino de millones de turistas cada año, lleva casi dos semanas cerrado.
Al mismo tiempo, se estrecha la censura en Internet, en medio de un despliegue enorme de seguridad: en los accesos de las calles por las que circularán los tanques se han cerrado las tiendas y se ha pedido a los ciudadanos que no salgan delante de sus puertas desde esta noche hasta después del desfile.
“No inviten a gente, permanezcan en casa, no abran las ventanas y no hagan fotos, en caso contrario se les podría considerar terroristas”, advirtió incluso una trabajadora de la administración.