Honorio Aucansela y su esposa cultivan moras y fresas, y crían animales. Foto: David Landeta/ EL COMERCIO.
En Guamote, cantón de Chimborazo, hay una vía principal asfaltada, el resto de las calles son, en su mayoría, de tierra.
Delia Correa Yasaca vive junto a su esposo, sus seis hijos y un nieto, en una casa de dos cuartos y una sala que hace de dormitorio. El área de la cocina es de paredes de madera, piso de tierra y techo de láminas de zinc, aún sin culminar.
Chimborazo es la provincia más pobre de la Sierra y la tercera del país. 48 de cada 100 personas viven con menos de USD 2,83 al día, según revelan los datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) en el 2018.
Correa y su esposo, José Coche, se dedican a la agricultura. Tienen un pequeño terreno con la mamá de José, donde siembran legumbres: lechuga, culantro, arvejas, cebolla y otros productos. Para labrar la tierra alquilan un tractor. En la provincia el costo de alquiler de este tipo de maquinarias es de USD 15 por hora.
La mayor parte de la cosecha de esta familia es para consumo propio. Solo pequeñas cantidades venden a los vecinos. Pocas veces comercializan sus productos en los mercados, porque no les resulta rentable. “El pasaje a Riobamba me cuesta USD 1 y eso es lo que me pagan por el saco de 30 lechugas”, comenta Delia.
La actividad económica principal en Chimborazo es la agricultura, explica Édison Campos, economista especializado en proyectos sociales. Pero considera que los minifundios y la desorganización de los agricultores influye en las ganancias escasas.
Delia Correa siembra hortalizas y ordeña una vaca. Foto: David Landeta/ EL COMERCIO.
En esta provincia, salvo excepciones puntuales como la quinua y el cacao, no han proliferado asociaciones o empresas exportadoras que busquen nuevas formas de comercialización más justas.
El Ministerio de Agricultura y Ganadería promueve proyectos para evitar la siembra desorganizada y para reemplazar la actividad económica por una más rentable.
En Guamote, por ejemplo, 387 familias forman parte de un programa que busca reemplazar los borregos criollos por una raza mejorada denominada M4, con el fin de mejorar los ingresos familiares, explica Ángel Romo, técnico del MAG del cantón.
La familia de Delia no ha contado con apoyo del MAG, pero al ser beneficiaria del bono de desarrollo humano pudo acceder a un crédito del Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES), que consiste en un anticipo de hasta dos años del bono. Con USD 1 135 que recibieron compraron una vaca.
La venta de leche les genera ingresos de entre USD 35 y 45 cada 15 días. Pero esa actividad y el bono no alcanzan. Para cubrir sus gastos del mes, Delia y José trabajan también como jornaleros en el campo, siempre que corran con suerte y se los lleven a laborar. Por el día reciben de USD 8 a 10.
“Salimos a buscar trabajo por la lista de útiles que nos piden en el colegio donde están mis hijos. Solo un libro cuesta USD 15 o 18. El colegio nos ayuda, pero también debemos comprar”, cuenta Delia.
Manuel Ibarra, director distrital del MIES en Chimborazo, señala que las familias que acceden al financiamiento reciben capacitación y acompañamiento técnico para emprender negocios pequeños que mejoren sus ingresos.
Para Josefina y Honorio Aucansela, de Nitiluisa, en Riobamba, la inversión del bono dio resultados. Con el anticipo, recibido hace dos años, compraron una vaca, semillas de mora y fresa y 50 cuyes.
Actualmente, esta familia tiene 210 cuyes. Los venden cada dos meses y medio en USD 7 cada uno. También crían conejos; al mes venden unos 10 en USD 15 cada uno.
Gracias a la experiencia que adquirió Honorio en agronomía, trabajando para entidades públicas, los resultados han sido favorables. También se capacitó con una empresa privada en siembra de mora.
El producto lo comercializan en el mercado principal de Riobamba. A la semana cosechan 22 cajas, que venden entre USD 10 y 14, dependiendo de la calidad. “Ha tenido buena acogida”, comenta.
Sin embargo, el tipo de riego sigue siendo una dificultad para este sector. Utilizan uno de los sistemas menos tecnificados, que es el riego por inundación. El agua proviene de los bajos del volcán Chimborazo, pero durante el invierno suele haber derrumbes y se corta el ingreso del líquido por los canales de riego abierto. “Ahí hay pérdida de producción”, manifiesta Aucansela.
“Desde hace 15 días solo llega agua de algunas vertientes, pero muy poca. Requerimos riego por goteo o aspersión. Pero es un costo demasiado fuerte”, señala el agricultor.
Para mejorar su condición, esta familia –de seis hijos– construye un local donde quieren ofrecer platos típicos, con cuy o conejo, papas y ensalada.