Chile, maduro, valiente, progresista en el amplio sentido de la palabra, tiene desde hoy otro mandatario cuya agenda ha sido alterada por la fuerza del terremoto.
Se despide Michel Bachellet. Su legado: la frescura de un espíritu sensible que superó con valor la prueba de fuego del terremoto, que supo reconocer los errores y las falencias que los sismos desnudaron y que, pese a la fuerte institucionalidad chilena, quedaron al descubierto.
La señora Bachellet se va con el cariño de su pueblo, una buena imagen recogida en las encuestas y un recuerdo amable en medio de la geografía política de nuestra América crispada.
El cambio político para Chile es toda una novedad. Por primera vez desde el fin de la dictadura militar de Pinochet, sobreviene un régimen distinto a aquel de la Concertación que cubrió el mapa político sureño durante 20 años. Los gobiernos sucesivos de la Concertación, con presidentes de orientación demócrata cristiana y socialista, supieron conjugar el desarrollo económico, la libertad política y el rostro social que una democracia madura supone tras la caída del socialismo real y el experimento neoliberal.
Hoy Sebastián Piñera, de la tendencia de centro-derecha, deberá mostrar las bondades de la alternabilidad. Su gobierno estará marcado por la huella de la reconstrucción. Será indispensable un llamado abierto al diálogo y al consenso generoso de todos los chilenos progresistas.
USD 30 000 millones de pérdidas, destrucción y dolor dictan el rumbo de un Gobierno con el inequívoco mandato para sacar su país adelante.
¡Manos a la obra y mucha suerte!