Santiago, AFP
Chile inaugura hoy el Museo de la Memoria en honor a quienes fueron torturados, asesinados o desaparecidos durante la dictadura de Augusto Pinochet, buscando dejar testimonio de las atrocidades del régimen militar, una de cuyas víctimas fue la actual presidenta, Michelle Bachelet.
“El mensaje de este memorial es que todos hemos perdido algo. La idea de que lo que pasó, la división del país, de la dictadura, nos afectó a todos”, dijo a la prensa la directora ejecutiva del proyecto Museo de la Memoria, Marcia Scantlebury.
La inauguración del museo se produce a dos meses de que la presidenta Michelle Bachelet deje el cargo. La mandataria junto a sus padres son parte de las cerca de 30 000 víctimas directas que dejó la dictadura, entre muertos, desaparecidos y torturados.
También se produce a seis días de la elección presidencial que definirá al sucesor de Bachelet entre el derechista Sebastián Piñera y el oficialista de centro izquierda Eduardo Frei.
“No podemos cambiar nuestro pasado, sólo nos queda aprender de lo vivido. Esta es nuestra oportunidad y nuestro desafío”, dijo la mandataria tras la colocación de la primera piedra del edificio en diciembre de 2008.
“Este espacio estará dirigido a toda la sociedad y su objetivo es dar visibilidad a las violaciones a los derechos humanos ocurridas entre 1973 y 1990”, señala en su página web la comisión encargada de su construcción.
Registros audiovisuales, grabaciones de programas radiales, dibujos y objetos que guardaron prisioneros de las cárceles y campos de concentración de la dictadura a lo largo de Chile, se expondrán en un recinto de unos 9 000 m2 -incluida una explanada- en una céntrica zona de Santiago.
En el lugar se recrean además unas celdas o rejillas en el piso con formas de caballitos de mar, que además de funcionar como resumideros de aguas de lluvia, evocan los días de prisión de los encarcelados políticos.
“Los presos de la dictadura estábamos la mayor parte del tiempo con los ojos vendados. Cuando nos quitaban las vendas veíamos estos resumideros en el piso. Era el único momento de luz en el día cuando mirábamos algo. Se convirtió en un símbolo de esperanza”, dice Scantlebury, que permaneció recluida por seis meses en distintos centros de torturas.
En el museo se exponen además un muñeco de lana tejido por una prisionera, los dibujos de Miguel Lawne, un reo de la inhóspita Isla Dawson (3 000 km al sur de Santiago), o una bandera de Chile rescatada por un conscripto durante el bombardeo al Palacio Presidencial de la Moneda, en el momento del golpe de Pinochet al presidente Salvador Allende, el 11 de septiembre de 1973.
También hay anotaciones, narraciones y prendas de presos políticos.
El escritor peruano Mario Vargas Llosa es uno de los ilustres invitados a la apertura del Museo, en virtud de que en su país preside la comisión para construir un Museo de la Memoria sobre la violencia interna entre 1980 y 2000.
Para algunos críticos, el gobierno de Bachelet perdió con este museo una oportunidad de lograr una memoria compartida en el país, al no explicar el contexto en que se realizó el golpe militar de Pinochet.
Al limitar la exhibición del museo a la era Pinochet, “el argumento esgrimido es que no es necesaria ni conveniente la discusión del contexto en que se produjeron estos hechos, pues relativizaría la condena a las violaciones a los DDHH, lo que es un mal argumento”, dice Luis Larraín, columnista del diario El Mercurio.
“La presidenta Bachelet desperdiciará una buena oportunidad para lograr consenso en el país sobre una memoria compartida acerca del respeto a los derechos humanos”, agrega.
¿Es posible un cambio de enfoque? Para la presidenta de la Comisión Presidencial de Derechos Humanos, María Luisa Sepúlveda, sería inadmisible que se cambien las bases del proyecto por parte de un futuro gobierno, sea cual sea su línea política.