Los chicos con cáncer aprendieron a sortear la enfermedad

El cáncer a la sangre casi vence a Diana Pérez. Cuando apenas tenía 20 años, en el hospital de Solca-Quito los médicos confirmaron que tenía leucemia aguda. En el último tramo de los seis meses de quimioterapia Diana dijo a su madre, Marieta Sigüenza, que no quería más tratamientos y que todo quedaba allí. La pérdida de cabello, los ganglios inflamados, el dolor del cuerpo, la imposibilidad de caminar luego de recibir los medicamentos la deprimió por completo. No quería hablar, ni ver a nadie.

El único que logró levantarla hace tres años fue Gustavo Dávila. Él es presidente de la Fundación Jóvenes contra Cáncer, que apareció en 2006 y hoy agrupa a chicos de todo el país que viven con esta enfermedad. Un día, el doctor, como lo llaman en el grupo a Dávila, supo que Diana estaba en etapa avanzada e ingresó a la habitación donde se recuperaba. El mensaje fue directo: si se deprime la enfermedad avanzará rápidamente. Poco a poco la convenció y logró que se una a otros niños y adolescentes que también vivían con esta enfermedad...

Es miércoles 3 y al mediodía la larga mesa está tendida. Los platos con arroz y pollo comienzan a salir de la pequeña cocina. Adentro, unos acomodan las ollas, otros limpian los vasos, lavan las vajillas. Esta es una forma de terapia, para que los jóvenes se olviden de la enfermedad.

En la habitación donde funciona la Fundación hay guitarras, un órgano largo para interpretar canciones. El radio suena a alto volumen y en una esquina el caballete para pintar espera a uno de ellos. Estos son las armas que ellos usan para vencer al cáncer.

Pero hay más. Los fines de semana practican yoga y medicación. Entre semana reciben cursos de autosuperación y manualidades. Todos es gratuito.

Mañana lea un informe completo en la sección Sociedad de Diario EL COMERCIO

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