Redacción Jóvenes
Falta menos de una semana para que se acabe el año y muchos ya planearon los últimos minutos de 2009. Unos se quedarán en casa contando los segundos, otros harán rituales para la buena suerte y otros jugarán a las viudas y a los años viejos.
Los últimos minutos
Otra de las costumbres de Patricia es llenar con granos secos -maíz, lenteja, chocho, canguil- un recipiente de cristal transparente; incluye velas de colores encendidas y pide deseos; luego, esos granos los almacena en un frasco y los guardar durante el próximo año.
Los jóvenes siguen con las tradiciones de fin de año. Muchos se disfrazan de viudas, usan vestidos y tacones de mujer y hacen bromas.
Leo Burri dice que a veces llama por teléfono a su familia de Suiza, pero no coinciden por las diferentes zonas horarias. El 31 de diciembre será un día muy ajetreado para Patricia Noboa, de 20 años. Lo primero que hará es ponerse los tres interiores: rojo, amarillo y blanco debajo de la ropa. Eso, dice la joven, le traerá suerte en el amor, el dinero y mucha paz en el año.
“Todos los años hacemos estas cosas con toda mi familia, por superstición pero más por diversión. Toda la familia se integra”. dice ‘Paty’. Para esa noche, ella tiene listas las 12 uvas y los 12 deseos que pedirá, pero además sigue otros rituales.
“Hay que frotar un anillo y sumergirlo en la copa de vino con la que vas a brindar, debes tener dinero guardado en tu zapato y escribir una lista de propósitos que guardarás en tus bolsillos junto con granos secos”, dice como si se hubiera aprendido de memoria todos los rituales.
Además, continúa Patricia, debes romper un huevo en un vaso de agua. “No muevas ni topes el vaso, espera a que se forme una figura con la clara y la yema… Interpreta como mejor te parezca lo que veas, eso tiene que ver con tu próximo año”.
La lista continúa, desde las velas de colores hasta la vuelta a la manzana con la maleta para salir de viaje el próximo año “Pase lo que pase, no debes detenerte ni mirar atrás, porque no funciona. Corre y desea un feliz año a todos los que veas en la calle”.
Esas actividades se han vuelto tradición, y ella dice que le gusta porque mantiene a todos divertidos. “La gente se atraganta con las uvas, se equivoca en los rituales y se ríe”.
Pero lo que más le da chiste a Emilio Uzcátegui (20) y sus amigos son las viudas. Sus tíos se disfrazaban y es una tradición que él piensa seguir.
“A veces no se planifica mucho eso de las viudas y a la final sale”.
Una de las cosas más complicadas a la hora de convertirse en una viuda es la ropa, más aún cuando los zapatos de tacón de las amigas o las primas no te calzan. “Es difícil hallar cosas que te queden, porque la ropa de mujer es muy pequeña. Tienes que usar prendas que te hagan ver femenino”.
Pero esa tradición no siempre es bienvenida por la gente que pasa por las calles. Emilio ha visto cómo muchas personas son groseras con los disfrazados. “Pero al final se pasa un momento divertido. A veces hasta se gana un poco de dinero”.
Además de eso, la costumbre en su familia es preparar una cena y hacer un año viejo con sus primos. “Todos los años hacemos a mi tío, que es muy chistoso”. Esas tradiciones le parecieron muy extrañas a Leo Burri (23), de Suiza. Hace cinco años vino a vivir en Ecuador y todavía recuerda su primer año viejo en Quito. “Tienen muchas fiestas, costumbres, rituales y cada año me entero de uno nuevo”, dice el joven.
En su país, cuenta Leo, casi no se celebra el fin de año . “Es un día que uno tiene para descansar, más que ser un día festivo. Tampoco es un día muy familiar”.
Por eso, en su casa en Ecuador, con su madre y su hermana, tampoco organizan grandes fiestas. Leo dice que prefiere salir con sus amigos y hasta se ha disfrazado de viuda. “Aquí la gente es superconservadora con el tema de los hombres afeminados, pero el 31 de diciembre dejan a un lado todos esos prejuicios”.
Aunque aún no se acostumbra a despedir el año con ‘viejos’ y viudas, Leo dice que disfruta . “Lo que no me gusta es que todos terminan tomando alcohol”.
Pero para eso hay una solución, dice Martín Borja (20). Su familia acostumbra a comer el tradicional caldo de patas el 1 de enero para pasar el chuchaqui.
Sus reuniones de fin de año están llenas de primos jóvenes. En total asisten unas 30 personas y en ocasiones se organizan concursos de disfraces. “Unas semanas antes nos ponemos de acuerdo para hacer el año viejo. Este año aún no sabemos a quién le vamos a quemar”.
Cuando era niño, cuenta Martín, tenía que disfrazarse por obligación, pero ahora le gusta para conservar la costumbre. Pero lo que más le gusta es que a la medianoche, nunca faltará el abrazo de: ¡Feliz Año Nuevo!