El ritual de la chicha conecta a Sarayaku con la naturaleza

La chicha se sirve en vasijas de cerámica pequeñas. Es un honor para los invitados. Foto: Glenda Giacometti / El Comercio

La chicha se sirve en vasijas de cerámica pequeñas. Es un honor para los invitados. Foto: Glenda Giacometti / El Comercio

La chicha se sirve en vasijas de cerámica pequeñas. Es un honor para los invitados. Foto: Glenda Giacometti / El Comercio

Una de las características de Sarayaku, en Pastaza, es la cantidad y variedad de rituales que desarrollan sus pobladores.
La preparación y toma de la chicha de yuca es parte de sus tradiciones comunitarias.

En las chacras, las mujeres siembran y cosechan la yuca. El objetivo es tener lista la materia prima con la que elaborarán la chicha, bebida que se ofrece durante las fiestas a los visitantes y como calmante del calor.

Dolinda Vera, una de las comuneras, cuenta que sus ancestros preparaban el néctar como parte del ritual de inicio del día. “La yuca se mastica en la noche para darle más sabor; para que se fermente la dejamos reposar y luego extraemos el líquido, que es la bebida para el consumo”.

En la siembra de la yuca, los comuneros tienen diferentes rituales. Uno de los más comunes es bañar a la yuca con achiote. Esta actividad se acompaña con un canto especial del cultivo. Asimismo, con hojas especiales se le da energía a la plantación.

De acuerdo con Eriberto Gualinga, el achiote significa la sangre y la yuca es como criar a un bebé; entonces, las mujeres le dan vida, mientras en su canto invocan a la nunguli, que es la madre de la yuca, para que dé un buen producto.

En ninguna casa de la comunidad indígena falta la bebida, añade Gualinga. “Entre semana, la chicha no tiene alcohol, es solo una bebida refrescante, pero para los fines de semana y durante las fiestas, se ofrece el líquido, pero con licor”.

Cinco días antes de cada celebración, las mujeres inician la elaboración del brebaje. Solo ellas pueden masticar la yuca. En la olla, el producto se mezcla con la mano, mientras se termina de cocinar.

La chicha se sirve en las mukawas. Recipientes hechos a base de arcilla muy fina, morena, beige o gris. La cerámica es también fabricada por las mujeres de la comunidad.

Las vasijas más pequeñas o puros sirven para beber la chicha, en tanto que las más grandes, generalmente pintadas de rojo y blanco, se utilizan para conservar la chicha durante la fermentación.

También, están las callanas, que son de color gris. Estas solo se usan para la comida. No están pintadas, pero tienen un recubrimiento especial que se hace con el líquido de una hoja de papa china.

Para la decoración de las tinajas, las mujeres usan polvos de rocas a guisa de colorante y pequeños mechones de su pelo a guisa de pincel. Luego, cocen la cerámica en una hoguera; después la abrillantan, cuando está todavía caliente, con una resina del shilkillu (árbol) que sirve como una especie de laca y protección a la loza.

La celebración más cercana es la de la Uyantza, en febrero.

Gualinga dice que la fiesta es en agradecimiento a la Pachamama “por dejarnos vivir y por la abundancia que nos brinda”.

La primera actividad de la celebración será el yanda mingai (minga de leña). Los habitantes aportan con pedazos de madera para asentar las ollas, poder preparar la chicha y cocinar durante los días del festejo.

El 1 de febrero, alrededor de 100 hombres tienen previsto internarse en la selva para conseguir lo que les ofrece la Pachamama (Madre tierra) para realizar su fiesta. Las mujeres, mientras tanto, se quedan en el pueblo elaborando las más hermosas cerámicas de barro para brindar la chicha y la comida en los días del festejo.

El sonido de los tambores y pikuanus (flauta) de los hombres anuncia el inicio del ritual más antiguo del pueblo amazónico: la Uyantza; allí, las mujeres llevan en sus rostros las pinturas tradicionales, símbolo de belleza y de su estrecha relación con la naturaleza y salen al encuentro de sus padres, esposos e hijos, para brindarles la chicha en signo de cariño y de bienvenida.

Los hombres, pintados de wituk, con atuendos y coronas de plumas multicolores, reciben la bienvenida de sus familiares y lanzan el grito del día de la llegada del “shamunkichu”.

En las respectivas casas de los fiesteros, los hombres entregan el fruto de su cacería, representación de la bondad, la solidaridad y ofrenda de la selva, dominio del Amazanka (dueño de la selva y de los animales). Las mujeres siguen, con alegría brindando a todos la chicha, que también es un símbolo de fertilidad y de abundancia.

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