Redacción Espectáculo
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Un brazalete de tela con las iniciales de ‘Say no More’ (SNM), un boleto de acceso a Charly Box y una garganta ronca quedaron como recuerdo del concierto de Charly García, que fue el sábado en el coliseo Rumiñahui.
Para alguien como Andrés Burbano, la frase ‘Say no More’ es más que el título de un álbum de Charly, “es una filosofía de vida”. Por eso, el joven imprimió ese lema en camisetas y brazaletes y luego las repartió entre sus familiares y amigos para que estén a tono con el concierto.
Después de dos horas de gritar, saltar y cantar con esta leyenda viva del rock argentino, a Burbano solo le quedó decir: “Ahora creo que Dios existe”, con la poca voz que le salía cuando se terminó el concierto a las 22:30.
Miles de seguidores de Charly (unas 8 000 personas), de tres generaciones diferentes, fueron testigos de que este músico regresó a los escenarios. “Aquí está la gente que en realidad le quiere”, dijo Burbano. “Descubrí a Charly cuando oía Salserín, pero luego de escuchar Aprendizaje mi vida cambió…”.
Los ánimos antes del concierto ya se habían elevado. Los fanáticos confiaban en que esta vez, Charly García saldría a tiempo para dar su recital y gritaban barras de apoyo al músico.
Cuando apareció, a las 20:30, y cantó El amor espera, sus seguidores brincaron de la emoción. El mismo concierto se espera en Guayaquil, el 26 de este mes.
Un piano negro brillaba junto a Charly mientras tocaba Rap del exilio. Luego se levantó de la silla para bailar al ritmo de su propia música, lo cual hizo gritar más al público.
La siguiente canción en la lista de más de 20 temas sería Cerca de la revolución. Hilda Lizarazu lo acompañaba en los coros, pero también con el buen ánimo que se notaba mientras bailaba.
Entre el público estaban músicos ecuatorianos como el bajista de Rarefacción, Toño Cepeda, y el cantante Fernando Pacheco.
Una pantalla de fondo mostraba figuras, imágenes y colores para amenizar el ambiente. No hubo una gran escenografía, porque, según dijo el músico argentino radicado en Ecuador Claudio Durán, “no es un show como el de Madonna, sino un espectáculo diseñado para resaltar la música y no esconderla”.
Cuando sonó Chipi chipi, Paúl Navarrete llamó por teléfono a su novia para cantarle al oído. Este es uno de sus temas favoritos. Ella, dijo el joven, también es fanática de Charly pero no pudo asistir al concierto.
Navarrete demostró devoción al roquero argentino, no solo porque llevaba puesto la camiseta de la gira. A cada momento, el joven hablaba sobre los detalles de las canciones que solo un fanático conoce. Además, Navarrete se mostró contento por haber conseguido un autógrafo de Charly García el día anterior. Fue uno de los pocos que logró una firma del músico en un disco de acetato de colección.
Mientras transcurría el concierto, la gente le seguía gritando “¡Grande Charly!” o le animaba con “Olé, olé, olé, olé, Charly Charly”. La emoción de los fanáticos era tal, que nadie parecía haberse percatado de que al inicio del concierto hubo una falla en el sonido. “Charly es más que un sonido”, defendió otro fan.
La historia de Charly se iba contando a través de temas como Demoliendo hoteles, Promesas sobre el bidet y Adela en el carrusel. Más tarde le seguirían Rezo por vos, Yendo de la cama al living, Los siguen pegando abajo, Influencia, Estoy verde, No voy en tren, entre otras.
Charly García regresó dos veces al escenario ante los gritos del público, después de haberse despedido. “Esta sí es la última en serio”, dijo. Sin embargo, muchos siguieron llamando a Charly con la esperanza de que regrese para cantar Los Dinosaurios, así como lo hizo en otros países que ya ha tocado.