Prácticamente había terminado el artículo para este domingo, cuando en la computadora escuché el aviso de un e-mail que ingresaba. Lo abrí. Venía desde México y se me comunicaba que el Premio Cervantes había sido concedido al poeta José Emilio Pacheco. Envié de inmediato mi respuesta. Mi congratulación y mi alegría.
Iván Oñate
Poeta
Profesor invitado por: Westminster University y el Kings College de Londres. A&M Texas University.
George Mason University, Washington. Florida State University. U de Lieja. U de Lille. U de Lovaina. U de Austin.
Conocí al maestro José Emilio Pacheco en el Festival de las Letras de San Luis Potosí, en junio del año pasado. Tuve la suerte de compartir con él un par de lecturas. Pero también su conocimiento y admiración por la música y la vida de Julio Jaramillo. Sin embargo, lo más entrañable que guardo de José Emilio es un gesto que tuvo para conmigo. Lo describiré de inmediato. Me encontraba hojeando uno de sus libros en uno de los estantes de la Feria, cuando de repente sentí la presencia de José Emilio a mi lado. “Espérame un momento”, dijo. Al cabo de un rato volvió con un libro suyo entre las manos. “Me gustaría que leas este”, me pidió. Se trataba de ‘La Fábula del Tiempo’, una recopilación de su obra poética.
Era indiscutible que se había dirigido a comprarlo, para poder obsequiármelo en ese instante. Acto seguido, me firmó un bellísimo autógrafo que guardo con mucha gratitud y cariño.
El artículo que yo escribí para este domingo mencionaba los reclamos que hace Terry Eagleton, al decir que en el arte y la crítica de este tiempo las grandes preguntas habían cedido terreno a las cosas más vanas y pasajeras: el vampirismo, la masturbación, el tatuaje, el ‘piercing’. “La filosofía francesa ha dado paso al beso francés”, ironizaba. Pero ahora que lo pienso, el hecho de que haya llegado el e-mail con la noticia del premio no era una mera coincidencia como fruto del azar. Era, en el legítimo sentido de la palabra, una cita. Pues José Emilio Pacheco representa a esos grandes poetas que según Eagleton parecen perderse en el pasado. Poeta de grandes preguntas y respuestas coloquiales, cotidianas. Salud, maestro.