En enero de 1910 nació Leonidas Proaño Villalba en San Antonio de Ibarra. Fue hijo único de una modesta familia de artesanos. Se crió en medio de la pobreza y el amor de su familia. Pronto se inclinó por el sacerdocio y estudió en el Seminario Menor. Luego pasó al Mayor y se ordenó sacerdote.
De vuelta a Ibarra dedicó su ministerio a las organizaciones sociales y al periodismo. Fue designado obispo de Riobamba a mediados de los cincuenta. Se tomó en serio el Concilio Vaticano II y los documentos de los obispos latinoamericanos en Medellín. Desplegó una acción enorme y polémica en el compromiso social de los cristianos. Cuando murió hace 22 años, era reconocido como uno de los grandes ecuatorianos.
En el centenario de su nacimiento, con la perspectiva de los años transcurridos, el mejor homenaje que podemos hacer a monseñor Proaño es destacar sus aportes más permanentes.
Leonidas Proaño era un cristiano comprometido. Sabía que la Doctrina Social de la Iglesia que habla de justicia social debe tomarse en serio. Y su acción como pastor la dedicó a promover la justicia, que para él era vencer al capitalismo e instaurar una sociedad socialista, en donde la radicalidad política no es opuesta, sino consecuencia del mensaje cristiano.
Proaño fue un patriota. Amó intensamente al Ecuador. Le dolió sus derrotas y su pobreza. Toda su vida trató de cambiar al país, para que hubiera en él más justicia y libertad. Por extensión, quiso también a la Patria Grande. Su actividad y su mensaje tuvieron una amplia dimensión latinoamericana.
Como cristiano y aún más como obispo, asumió su compromiso preferencial por los pobres. Siendo cura muy joven organizó la Juventud Obrera Católica. Estando a cargo de una diócesis con una gran población indígena, se dedicó de manera especial a trabajar con los indios. Hizo muchas cosas concretas, pero sobre todo se empeñó en levantar su identidad y organización.
Era un hombre de fe y de acción. Hablaba de justicia social, pero también entregó los latifundios de la Iglesia de Riobamba a los campesinos. Daba muchos sermones, pero inauguró en el país el método de reuniones de reflexión participativa, fundó un periódico y el primer sistema de escuelas radiofónicas. Defendió a los pobres y vivió como uno de ellos.
La acción de Proaño fue polémica. Los que creían que la Iglesia era aliada de los latifundistas y debía predicar la sumisión lo combatieron ferozmente. Le decían “resentido social”, “cura comunista”, “promotor de la lucha de clases”. Lo persiguieron, lo calumniaron, lograron que la dictadura lo metiera preso junto con otros prelados progresistas, intrigaron en el Vaticano para que lo sacaran de su diócesis.
Pero al fin de sus días era ya una figura reconocida, que ha seguido creciendo con la distancia de su muerte y de su obra imperecedera.