Centenares visitaron dos cementerios tradicionales de Guayaquil

El Cementerio Ángel María Canals, ubicado en el Suburbio de Guayaquil. Foto: Enrique Pesantes / EL COMERCIO

El Cementerio Ángel María Canals, ubicado en el Suburbio de Guayaquil. Foto: Enrique Pesantes / EL COMERCIO

El Cementerio Ángel María Canals, ubicado en el Suburbio de Guayaquil. Foto: Enrique Pesantes / EL COMERCIO

Han pasado cuatro meses desde que Mariana Intriago, manabita de 88 años, quedó viuda.

Cada 2 de noviembre, en el Día de los Difuntos, su esposo vendía jugos en el cementerio Ángel Maria Canals, en el Suburbio de Guayaquil.

Este 2 de noviembre del 2015, sentada con sus dos hijos en sillas de plástico, Intriago contemplaba la tumba de su esposo.

“Me acuerdo que él vendía aquí afuera los frescos y en la tarde yo le tenía la merienda lista. Uno recuerda cualquier palabra que se dijo, los momentos. Yo nunca peleé con mi esposo ”, recordó la mujer.

En este cementerio, construido en 1996 en el sur de Guayaquil, los pasillos entre los pabellones dan espacio para que las familias coloquen sillas y parasoles para dedicarle tiempo a sus seres queridos con oraciones, rezos y canciones.

Fue el caso de Vicente Dávila, que llegó con una guitarra a visitar la tumba de su suegra. “A ella le gustaban las canciones de Julio Jaramillo, cantaba y le gustaba la música, por eso venimos siempre a cantarle”, contó Dávila, que es músico de profesión.
Santo Burgos también llegó a este cementerio con una guitarra. “Vengo desde el norte cada vez que tengo tiempo, a visitar a mi esposa. Ella murió hace 6 años, le gustaba la canción Señora Luna”, contó.

En el centro de Guayaquil, en el Cementerio Patrimonial, los pasillos lucían más atestados de visitantes. Este es el camposanto más extenso del país, hay espacio para unas 130 000 bóvedas y 150 000 nichos. Entre los difuntos que acoge el lugar está Julio Jaramillo, el 'Ruiseñor de América'.

Las personas llegan al cementerio General de Guayaquil en el Día de los Difuntos este lunes 2 de noviembre del 2015. Foto: Enrique Pesantes / EL COMERCIO

Frente a su tumba, uno de sus amigos de juventud, Segundo Rodríguez elevaba una oración. “Es importante rezar por ellos (los difuntos), para que descansen en paz en la otra vida”, comentó.

Rodríguez y Jaramillo eran amigos de barrio. “Vivíamos en las calles Santa Elena y Alcedo, con él siempre conversábamos. Cada año venimos con mi esposa a visitar la tumba de mi mamá, de mi cuñado y aprovechamos para visitar a JJ”, señaló.

El Día de los Difuntos es un día especial para recordar a los que partieron. Hay quienes oran y rezan frente a las tumbas, otros colocan flores y algunos hace cálculos de cuántos años tendría la persona si aún viviera. Pero este día también es una oportunidad para trabajar.

En medio del ajetreo de quienes buscaban las tumbas de sus seres queridos en el Cementerio Patrimonial, caminaba Luis Tagle, que cada 2 y 3 de noviembre llega al camposanto a alquilar escaleras por 0,25 o 0,50 centavos, para quienes tienen seres queridos reposando en nichos más altos.

“Estoy desde las 7 de la mañana hasta la noche. Trato de quedarme unos dos minutos con cada cliente, para limpiarles la tumba o poner las flores que me piden. También hay familiares que se suben y se quedan bastante tiempo, ahí tienen que darme propina, porque el tiempo es dinero”, dijo Tagle.

Andrés Luna, en cambio, cada Día de los Difuntos acude a ese cementerio a pintar, limpiar y blanquear nichos por USD 20. “Trabajo así desde que tenía 12 años, un día mi primo me trajo y ya se volvió costumbre. También vengo en los días de la Madre y del Padre”, contó Luna.

Cerca del sitio en el que Luna pintaba, estaba Ana María Cevallos, limpiando con afán la tumba de sus padres. Luego de limpiar ese espacio, tenía pensado limpiar la tumba de su esposo que falleció hace siete años. “Este es un día especial, pero siempre vengo, cada domingo, porque la familia siempre está en el corazón”, dijo.

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