De 1964 a 1990, en las miles de hectáreas concedidas por el Estado, la Texaco desarrolló actividades de extracción de petróleo en la Amazonia ecuatoriana.
Desde 1993 dicha transnacional se halla en el banquillo por no haber utilizado tecnologías que impidieran la destrucción del ambiente por desechos de petróleo, lodos de perforación con aditivos y aguas contaminadas.
La naturaleza y los seres humanos han sido las víctimas de esta catástrofe calificada de ‘Chernobyl amazónico’, especialmente por sus efectos sobre la salud humana: quienes recibieron radiaciones en el desastre nuclear de la ciudad rusa, luego de décadas continúan presentando nuevos casos de cáncer de tiroides.
En las comunidades amazónicas afectadas son incuestionables los numerosos casos de malformaciones congénitas, cáncer de piel, abortos y severos trastornos gastrointestinales. Una vez que ‘la limpieza’ de la zona sería mayor a cualquier proceso de remediación jamás realizado en la historia (costaría más de USD 20 000 millones), las víctimas tienen para rato, aparte de que se requerirán cientos de años para que la tierra, la fauna y la flora vuelvan a ser lo que fueron. Se trata de un cáncer ecológico producido por la codicia: beneficios a cualquier costo, norte de las transnacionales que han operado en el mundo entero.
La demanda de remediación interpuesta por las comunidades amazónicas contra Chevron (la Texaco pasó a formar parte del gigante), ha ido por buen camino, incluso en instancias de Justicia de Estados Unidos. La respuesta de Chevron: “No vamos a pagar y vamos a pelear no solo por años sino por décadas”.
En esa pelea se inscriben el juicio de la Chevron al Estado ecuatoriano y en estos días la descalificación del juez que lleva la causa, en base a videos que supuestamente lo comprometen. Por este camino concluirán por agotarnos, como ya ha sucedido en otros países.
El 17 de este mes participaré en Madrid en una mesa redonda sobre Desarrollo humano y ayuda internacional. El caso Chevron-Texaco se halla en la agenda de mi exposición. La ayuda internacional, pienso yo, será un mito en tanto se mantengan imbatibles los actores de crímenes contra la humanidad y la naturaleza, que no otra cosa es lo que ha sucedido en nuestra Amazonia.
Además, opinaré que el desarrollo humano no se produce cuando intervienen fuerzas poderosas que echan por los suelos la sostenibilidad de las políticas fiscales en países como el nuestro. También haré mención de la ejemplaridad de esos hombres de ciencia que con sus investigaciones potenciaron los argumentos de la demanda de justicia de las comunidades amazónicas, víctimas de esa transnacional que se pasea por el mundo como ‘petrolera ambientalista’.