El fin de semana varios niños jugaron Carnaval en el parque Equinoccial, ubicado en Pomasqui, en el norte de Quito. Foto: Evelyn Jácome / EL COMERCIO
No hay baldes de agua que caen sorpresivamente desde terrazas ni bombazos que sorprenden a los transeúntes. Hoy el Carnaval en la capital se lo vive con espuma y chisguetes.
Al mediodía de ayer, 19 de febrero del 2019, un grupo de adolescentes arrojaba espuma de Carnaval a los buses del transporte público que circulaban por la calle García Moreno, en el Centro Histórico de Quito. Adrián Calles, de 16 años, contó que junto a sus amigos aprovecharon estos días de vacaciones para divertirse. Viven en El Placer, pero decidieron ir hasta el Casco Colonial.
Calles asegura que en el espacio público no utiliza baldes ni bombas, porque no a todos les gusta ese tipo de juego, pero su familia mantiene la costumbre de jugar con abundante agua. Lo hacen puertas adentro. Participan sus tíos y primos. “No nos dejan mojar en la calle porque dicen que las personas se enojan. Mi abuelita dice que solo se debe jugar con el que quiera”, comenta el muchacho. En su casa no solo se juega con agua, sino incluso con harina y huevos.
En la calle la dinámica es otra. A menos de dos semanas de la celebración, casi no se ven personas mojándose. La mañana de hoy, 20 de febrero del 2019, en la esquina de las calles 25 de Mayo y Lizardo Ruiz, en Cotocollao, un grupo de jóvenes también jugaba con espuma de Carnaval y pistolas de agua. Entre ellos estaba Kamila Guachamín, de 15 años. Contó que todos los años se reúne con sus amigas y ponen cuota para comprar los envases. No arrojan espuma a extraños, solo a los chicos del barrio, asegura.
Alfredo Armijos, historiador, explica que con el paso de los años, esa cotidianidad de jugar en las calles, con los vecinos, se ha perdido, y más bien ha sido reemplazada por desfiles. “El feriado de Carnaval es usado para salir de la ciudad, para descansar”, sostiene.
En Quito, el agua empezó a ser protagonista de esta fiesta por 1940. En la Ronda, por ejemplo, se jugaba de casa a casa, de balcón a balcón. Era una guerra entre vecinos. Se mojaban y luego se reunían en la casa de uno de ellos para secarse y abrigarse con alguna bebida caliente. A veces organizaban fogatas y bailaban hasta entrada la noche.
Armijos recuerda que el juego se volvió violento a partir de los años 80. Se estilaba al que cruzaba por la calle, se le metía al tanque de agua, incluso se abrían hidrantes.
En el Archivo Histórico de Quito reposa el artículo Fiestas del Carnaval, de Alejandro Andrade Coello. Allí se documenta que en un inicio, esta celebración buscaba molestar a los demás, agredirlos y tomar al prójimo como pretexto de risas. El juego consistía en ensuciar y mojar a los transeúntes.
“Era un contento histérico, una lucha desaforada, un furor enfermizo, alegría brutal e impulsiva que arrastraba larga cola de enfermedades y funestas consecuencias”, reza el artículo. En el documento se habla incluso de que en 1876, se jugaba con “indumentaria con certeros cascaronazos (hechos de parafina y perfume) y globitos llenos de agua que al derribarlos sobre la humanidad les dejaban ‘hecho sopa’”.
Andrade indica que conforme pasaron los años las cosas cambiaron. “Ya no eran para estrellar huevos en las paredes. El pueblo se divertía con artículos más inofensivos y baratos: serpentinas, papel picado, flores, cosas hermosas, elegantes, perfumadas y leves”.
El domingo pasado, 17 de febrero, un grupo de niños se animó a jugar Carnaval en el Parque Equinoccial, en Pomasqui, ubicado al norte de Distrito Metropolitano. Sobre una de las canchas de fútbol, que estaba en mantenimiento, se formaron dos grandes cochas que los pequeños aprovecharon.
En un inicio comenzaron a salpicarse agua, de a poco. Pero conforme las risas se apoderaban del momento, el juego se encendió. Los pequeños terminaron completamente empapados. Los adultos les permitieron que jueguen siempre y cuando no mojen a extraños y únicamente se salpiquen entre ellos.
Justamente para evitar que los jóvenes, especialmente los estudiantes, jueguen en piletas durante los días más cercanos a Carnaval, la Empresa Pública Metropolitana de Movilidad y Obras Públicas (Epmmop) vaciará las piletas que hay en el Distrito. En un comunicado, la empresa informó que además se cercarán las lagunas.
Por varios años decenas de estudiantes de colegios del centro y norte de Quito se han congregado en las lagunas de los parques Alameda y Carolina, y en varias piletas para jugar carnaval, lo que causa un fuerte daño a la ciudad, ya que se destruye el espacio público, y se afecta a la flora y fauna.
Según la Ordenanza Metropolitana 201, se multará con USD 100 a las personas que usen indebidamente el espacio público, es decir quienes jueguen Carnaval tanto en las piletas como en las lagunas de los parques.