Tras la eucaristía de casi hora y media, siete obispos -los más cercanos del Cardenal- se colocaron alrededor del féretro y el Nuncio esparció agua bendita. Foto: Cortesía
Con el fondo musical de un tema litúrgico ‘Estoy sediento del Dios que da la vida’, varios religiosos ingresaron a la Catedral Primada de Quito, ubicada en el Centro de Quito, para celebrar las exequias al cardenal Raúl Vela Chiriboga. Eran las 10:00 de este martes, 17 de septiembre del 2020.
El purpurado falleció el pasado domingo, alrededor de las 21:00. Su estado de salud, a sus 86 años, ya estaba debilitado y le falló el corazón; también padecía una demencia senil. A su despedida acudieron 22 obispos, más de 30 sacerdotes; también el embajador Luis Gallegos Chiriboga, canciller de la República y miembro de la familia; entre otras autoridades.
Los seminaristas vestidos de blanco fueron los primeros en ingresar al templo, llevaban el incienso, la cruz alta y dos cirios. Luego iban varios sacerdotes, quienes se ubicaron en las sillas con forros blancos colocadas frente al altar mayor. Enseguida los 22 obispos que ocuparon el coro alto, y por último monseñor Andrés Carrascosa, nuncio Apostólico del Ecuador.
A las 10:10 comenzó la ceremonia: “En el nombre del padre, del hijo y del espíritu santo…”. Se encendió el cirio pascual y el Nuncio dijo que “… se enciende esta llama por ser el símbolo de cuerpo glorioso y resucitado, y que esa luz alumbre su camino (el del Cardenal) hasta llegar a ti (Señor)…”.
Sobre el féretro del Cardenal que estaba en el piso, frente al altar mayor, se colocaron los signos del orden que recibió durante su ministerio episcopal: su ornamento, el báculo y el evangeliario. Y tras el “Señor ten piedad de nosotros…” se escuchó el órgano tubular de la Catedral, imponente…
Llegó la primera lectura, el salmo responsorial, el Aleluya y el santo evangelio; en esa parte el Nuncio compartió una remembranza sobre el Cardenal. Comenzó diciendo que “aunque sea de esta manera, con aforo limitado por la pandemia, estamos en esta Catedral para celebrar lo más grande que tenemos: la eucaristía. El memorial de la muerte y de la resurrección de Jesucristo que ha unido a su pascua al cardenal Raúl Vela”.
Agregó que “hoy le damos el último adiós y lo confiamos a las manos del Padre de la misericordia. Que le conceda el premio celestial reservado a los hombres buenos y fieles”. Agregó que “esta Catedral, que fue testigo de tantas celebraciones de su entonces arzobispo Raúl Vela, acoge su despedida de este mundo y custodiará en su cripta sus restos mortales en la espera de la resurrección”.
También contó que durante estos últimos dos meses visitó al Cardenal en la residencia San Camilo, que los padres camilianos han dedicado al cuidado paliativo tan necesario. Y en varias de esas conversaciones hablaron sobre la disponibilidad para vivir aquello que “el Señor permite que vivamos y sobre todo como la enfermedad y la misma muerte forman parte de la vida”.
Le consoló particularmente, contó el Nuncio, la bendición que en días pasados le envió el propio papa Francisco tras haber sido informado de su delicado estado de salud. La tarde del pasado viernes, agregó, le notó más débil, pero también más lúcido y sereno que nunca, con una alegría interior que se transparentaba cuando le dio, por última vez, su bendición.
Hizo un recuento de su consagración a la Iglesia: 48 años como obispo y más de 60 años de sacerdote. Mencionó que cuando el cardenal Vela tenía 24 años recibió la orden sacerdotal de manos de su obispo, monseñor Leonidas Proaño. Luego vinieron varios cargos: Cáritas Diocesana, Pastoral Indígena, fundó el Colegio Fátima, Secretario de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana, obispo de Guayaquil y de Azogues, luego obispo Castrense del Ecuador, Arzobispo de Quito y Cardenal, en el 2010.
Se sentía muy unido al papa Francisco y eso, agregó el Nuncio, era materia de sus largas conversaciones. “Tuvo tantos años de servicio episcopal y eso significó llevar un peso y una responsabilidad, y muchos sinsabores, sufrimientos e incomprensiones”.
Destacó la capacidad que tenía para tejer relaciones de fraternidad a través de gestos muy concretos. El cardenal Vela era el primero en llamar por teléfono, a las 06:00, a los obispos que cumplían años por su nacimiento u orden sacerdotal.
Tras ese recuento, se presentaron el pan y el vino, y el Nuncio fue acompañado en el altar por el Arzobispo de Quito y el Presidente de la Conferencia Episcopal de Quito. Al final, cada obispo tomaba su comunión; y de fondo el tema ‘Pescador’.
Monseñor Espinoza tomó la palabra y a nombre de la iglesia de Quito agradeció a los presentes para despedir “a un hermano obispo, un pastor bueno, sonriente, sencillo y humilde”.
Tras la eucaristía de casi hora y media, siete obispos -los más cercanos del Cardenal- se colocaron alrededor del féretro y el Nuncio esparció agua bendita. Luego, lo trasladaron hasta la cripta, ubicada bajo el altar mayor de la Catedral. Allí se bendijo la tumba y se incensó; como un signo de cariño, el anillo y la cruz del Cardenal se entregaron a sus familiares.