La capilla de Jesús del Gran Poder ya puede ser visitada. Se encuentra dentro de la iglesia de San Francisco. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO
Restos de hollín, cera e incluso grafitis fueron opacando los tesoros de capillas emblemáticas del Centro Histórico de Quito. En medio de la pandemia, cinco de ellas ya recuperan su brillo y, a la par, vuelven a revelar historias.
En el corazón de la urbe se registran 39 bienes inmuebles patrimoniales religiosos. Esta categoría incluye a las iglesias, monasterios y conventos católicos. En esta época de pandemia, el Instituto Metropolitano de Patrimonio (IMP) da cuenta de 15 proyectos de intervención en lo que a este tipo de bienes se refiere.
Los trabajos incluyen las capillas Jesús del Gran Poder, Virgen del Pilar, San Vicente Ferrer, Santa Rosa de Lima y la de la Virgen de la Medalla Milagrosa de San Carlos.
Las obras en la capilla Jesús del Gran Poder, ubicada en la iglesia de San Francisco, ya concluyeron. El sitio guarda piezas como el lienzo que hace referencia a Jerusalén y al calvario, la cruz original de la imagen principal del Cristo y la Virgen del Rosario.
Los fieles pueden visitar la capilla en el mismo horario que abre la iglesia, de lunes a domingo, de 07:00 a 12:00 y de 14:30 a 18:00. El aforo máximo permitido para el templo es de 100 personas.
El complejo franciscano, a la par, custodia la capilla de la Virgen del Pilar. Como se recoge en el libro ‘San Francisco, una historia para el futuro (2011)’, la escultura principal, que se ubica en el retablo occidental de la capilla, es una de las dos copias auténticas que se han hecho de ella. Por un documento que se conserva, es muy probable que sea una obra de Alonso Cano.
La capilla también alberga huesos de Santos de la Iglesia Católica, en relicarios: seis bustos, seis brazos y dos pies (por la forma que tienen). En estos se encuentran los huesos del cuerpo, del cráneo y pertenencias -como sandalias- de santos como Catalina de Siena y Francisco Solano. Las piezas óseas eran enviadas desde el Vaticano, cuando se definía que los personajes eran dignos de devoción.
Se sabe que Quito es una cuna de reliquias: existen en el Carmen Alto, La Catedral, Santo Domingo, entre otras.
El IMP detalla que para 1620, la distribución de capillas en San Francisco había sufrido profundas modificaciones. En 1630, se registraron las de Santa Marta, la de la Resurrección y Santa Ana, la de la Limpia Concepción, así como la de Santa Catalina, entre otras.
La de Santa Marta, al extremo izquierdo del altar mayor, fue dedicada desde la segunda mitad del siglo XVIII al culto de la imagen de la Santísima Virgen del Pilar de Zaragoza, traída de España por fray José de Villamar Maldonado. Para su intervención se invertirán USD 209 000 y se espera que esté lista en diciembre.
También está la capilla de la Virgen de la Medalla Milagrosa de San Carlos. Queda entre la iglesia de San Francisco y la capilla de Cantuña, del lado de la casa de las Hijas de la Caridad. Sor Cecilia Lazcano, encargada de levantar la historia de la congregación en Ecuador, detalla que cuando las hermanas llegaron, hace 150 años, encontraron a ese espacio de devoción muy deteriorado. Hubo colectas para arreglarlo.
Allí se conservan imágenes como la de San Vicente de Paúl. Pero poco queda de la antigua capilla que data de 1555. Se prevé que los trabajos terminen en enero del 2021. Empezaron en julio pasado.
En la iglesia de Santo Domingo, en cambio, la intervención se realizó ya en los lugares dedicados a San Vicente Ferrer y Santa Rosa de Lima. La inversión fue de USD 55 600.
En el complejo dominico indican que el primero incluía una fuente de agua, hecha en piedra y en cuya cúspide estaba una sencilla escultura del Santo. El espacio está en la entrada al Museo Fray Pedro Bedón. En principio, fue la portería del convento.
La serie de pinturas murales sobre la vida y milagros del Santo dominico son obra de Fray Enrique Mideros.
Sobre el área dedicada a Santa Rosa de Lima, en el convento explican que era conocida como ‘De Naturales’, pues era de la Cofradía del Rosario de Naturales (indígenas). Eran evangelizados y en su mayoría de clases noble, emparentados con Atahualpa. Cuentan que se sabe que una bisnieta de este se encuentra sepultada en el sitio.
Esta última capilla fue construida a partir de 1588. En 1896 cambió de nombre por el de Santa Rosa de Lima.
Por ahora, el Museo no atiende sino con previa reserva con el Síndico del convento.