#QuitoNoctámbulo – En la noche, muchos quiteños utilizan las canchas de indor fútbol para divertirse o disipar el trjín del día. Foto: Alfredo Lagla / EL COMERCIO
Que Quito es una ciudad futbolera, nadie lo discute. No en vano cinco equipos de primera división hacen base y disputan sus compromisos en distintos escenarios de la capital.
Pero al margen del ámbito profesional, a lo largo de la geografía del Distrito Metropolitano es posible evidenciar el amor por este deporte, de distintas formas y a diferentes horarios.
Solo basta abrigarse con una chompa impermeable, driblar el frío y salir en búsqueda de aquellos ‘osados’ que desafían las condiciones meteorológicas y le meten goles al estrés laboral.
Pasadas las 19:00, los jugadores dejan el traje, la corbata y el calzado de cuero para vestirse de corto (o de largo de acuerdo con la sensación térmica de la noche) y saltan a alguna de las decenas de canchas sintéticas de alquiler para que los seguidores del balón finalicen el día con una jugada de lujo.
En la foto, muchos quiteños aprovechan la noche para divertirse jugando fútbol en varias canchas que existen en la capital. Foto: Alfredo Lagla / EL COMERCIO
A las 21:45 del lunes 9 de febrero, el estacionamiento de las canchas SkyFutbol luce abarrotado, detrás de un terreno de mallas en la av. 6 de Diciembre y Galo Plaza, en el extremo norte de la ciudad. Y no se trataba de un encuentro decisivo en la Champions League o de un juego definitorio de eliminatorias. Era, por el contrario, el punto de encuentro de amigos, compañeros de trabajo, familiares o rivales deportivos que decidieron ‘jugar pelota’ antes de que la jornada cerrara su telón.
Los días con más afluencia son los miércoles y jueves, asegura Fausto Morales, administrador de SkyFutbol, a la par que narra que muchas veces los juegos se extienden hasta pasadas las 0:00.
Morales, que luce una gruesa chompa azul, ha visto pisar el gramado de ese centro tanto a jóvenes entusiastas de 20 años, como a experimentados peloteros que sobrepasan las seis décadas de existencia.
A pesar de la bruma y de una ligera llovizna que descendía sobre la capital, Juan Calderón, trabajador del Banco Pichincha, de 56 años, disputaba cada pelota como si fuese la última. Este defensa central ejecutivo, de cabello blanquesino y buen sentido del humor, comentó que acude a las canchas con sus compañeros de trabajo cada 15 días.
“Ya no se siente el frío cuando se empieza a jugar”, confesó, mientras se acomodaba el chaleco verde que identificaba a los siete jugadores de su plantel.
En la cancha conjunta, en cambio, Marco Barrionuevo -trabajador privado de 52 años- entró para completar la alineación titular de su elenco. “Hay que calentar bien y estirar los musculos para evitar problemas”.
Foto: Alfredo Lagla / EL COMERCIO
Aunque casi no hay espectadores -las tribunas lucían vacías- en el interior de cada rectángulo de juego las emociones son intensas. “Dale”, “patea”, “cubre”, “sin miedo”.
Al más puro estilo de los jugadores europeos, Diego Chávez, trabajador del Banco Pichincha, arribó al escenario con un impecable terno azul marino. En su espalda llevó también la infaltable maleta, con el uniforme y los zapatos que le permiten sacar a luz sus dotes de “goleador nato”.
Chávez dice que el fútbol es el mejor remedio para enfrentar el estres y olvidar, al menos por una hora, las presiones y los problemas de la vida diaria.
Decenas de ‘futbolistas’ acuden por la noche a diferentes canchas ancladas en las avenidas Occidental, Eloy Alfaro, Alonso de Angulo, Cardenal de La Torre… O a su vez, se deciden por acudir al gramado artificial de la cancha del parque urbano Qmandá, en el Centro Histórico de Quito. Este escenario es uno de los que más asistencia registra, desde las 07:00 hasta las 22:00.
El Parque Urbano Qmandá es un espacio aprovechado por los quiteños que buscan jugar un partido de fútbol en las frías noches de la capital. Foto: Alfredo Lagla / EL COMERCIO
Así lo refiere Cristian Galarza, de 31 años, morador del tradicional barrio la Loma Grande. El lunes por la noche, mientras por la rotonda circundante avanzaban los últimos articulados de la Ecovía y del transporte metropolitano, Galarza esperaba su turno para ingresar al campo de juego.
“Siempre venimos acá entre amigos y vecinos del barrio”, aseguró, mientras hacía un ligero trote de preparación.
Eso mientras Diego Cervantes, de 25 años, ensayaba tiros de larga distancia para tratar de sorprender al golero que, literalmente, estaba frío por la neblina.
Galarza y Cervantes destacaban que, al no disponer de suficiente tiempo durante la mañana y la tarde, la única opción para hacer lo “que más les gusta” es al caer la noche.
A pesar de que no hay premios económicos -a no ser de que se ‘apueste’ algo de por medio- la mayoría de partidos se disputa por el honor deportivo y el amor al fútbol.
No importa que, cuando el tiempo termine o el árbitro dé el pitazo final, ya no esté disponible el sistema de transporte público. Tampoco interesa mucho que no se conozcan entre sí o no exista mayor empatía entre los compañeros de equipo. Una vez iniciado el partido, todos reman para un mismo lado y tienen un objetivo en común: divertirse con la pelota. Los peloteros han convertido el fútbol nocturno en parte de su rutina.
Así, entre bajas temperaturas, partidos parejos y alguno que otro calambre, los aficionados al rey de los deportes dan vida a ese Quito noctámbulo que vibra, a pesar de que pocos lo ven.