Redacción Esmeraldas
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Bolívar Urbina y su hijo de 15 años ingresaron a la discoteca Crazy Cows, ubicada a un costado del redondel de La Gatazo, cuando faltaban 45 minutos para que el partido por la final de la Copa Sudamericana comenzara.
Este hombre de 42 años fue uno de los primeros en llegar. Quería ganar un buen puesto para presenciar el cotejo Liga-Fluminense, sin problemas, en una de las dos pantallas gigantes del local.
Desde que arrancó el partido, Bolívar empezó a mover sus dedos pulgares, uno sobre otro, de manera circular. “Es mi cábala. Voy diciendo que pase el tiempo. En estos partidos se sufre”.
Al final estuvieron unos 200 aficionados, incluidos niños y adultos. La mayoría eran moradores de La Gatazo. “Vecino, ¿hay espacio?”, preguntaban al administrador de la discoteca, quien cobraba USD 1 por el ingreso. “Los niños, por ser la final, pagan 50 centavos. En estos partidos por lo menos se saca algo de dinero”, aseguró el administrador.
Héctor Villacís, vecino del lugar, traía puesta una camiseta negra de la Liga y de pie esperaba impaciente el inicio del cotejo. “Venimos acá porque es como estar en el estadio. Al
estar en contacto con otros hinchas nos apoyamos mutuamente”.
Esa fue precisamente una de las principales motivaciones de centenares de hinchas albos que se dieron cita en la Tribuna del Sur. “En la casa sí tenemos televi-
sión por cable, pero preferimos venir acá para gritar con el resto de la gente”, indicó Mauricio Pérez, quien lucía camiseta, gorro y bufanda de Liga de Quito.
En la tribuna se instalaron dos pantallas gigantes. Los graderíos se coparon antes de que el partido se iniciara. 10 minutos después de que se moviera el balón, la calle quedó colmada de aficionados.
El lugar parecía una más de las tribunas del estadio Casa Blanca.
Los tradicionales cánticos de Liga hicieron que incluso los más apagados empezaran a gritar. Hasta quienes vendían vinos y canelazos coreaban las canciones. “No soy de Liga pero me sé las barras”, dijo María José, quien vendía vinos en cartón y cantaba, a todo pulmón “yo te daré…”.
Pero los goles de Fluminense en el primer tiempo mermaron el ánimo de los aficionados. “Liga está jugando mal, no sé qué les pasa. Esperemos que en el segundo tiempo jueguen mejor”, dijo Juan Puertas, albo desde la cuna.
Y ya en el segundo tiempo, sobre todo cuando el jugador del cuadro brasileño fue expulsado, la gente era un solo griterío.
No importaba que el cuadro merengue estuviera tres goles abajo. Los hinchas en la Tribuna del Sur ya se sabían ganadores y no pararon de alentar hasta el final del partido.
En otro punto de la ciudad, en la Quito Sur, llamaba la atención que unas 120 personas estuvieran aglomeradas alrededor de los dos televisores que Noemí Izquierdo, propietaria del local Bam Bam Burguer, había colocado para el deleite de sus clientes.
Entre estos estaba Pablo, de 14 años, quien en sus manos tenía un escapulario. “Rezo para que los jugadores tengan tranquilidad y puedan ganar el partido”.
Al final, los rezos de Pablo, la cábala de Bolívar, el apoyo de Héctor y de los demás aficionados sirvieron para que Liga, a la distancia, ganara una nueva batalla futbolística. “Estamos felices. Es un nuevo maracanazo”, indicó Héctor.