En Cumandá, la familia Inca inició un emprendimiento con el café arábigo de esa zona. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO
El aroma de los cafetales de la hacienda Lugmapata, situada en el ingreso a Pallatanga, en Chimborazo, se percibe desde el borde de la carretera, a más de 300 metros de los sembríos.
Allí se cultivan el café típico y el borbón sidra, dos variedades de especialidad cotizadas en Estados Unidos y Corea del Sur. El café se siembra entre los
1 300 y 2 000 metros sobre el nivel del mar, por lo que se considera un café de altura. Otros sembríos están en Cumandá, Chunchi y Alausí.
En los cuatro cantones de Chimborazo hay 63 familias que producen café. De ellas, 43 son parte del programa de rescate de café del Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG); otras 19 familias son parte de una preasociación de Pallatanga, promovida por el Gobierno Provincial.
La ubicación geográfica y la topografía de la zona sureste de Chimborazo son ideales para la producción cafetera. El clima promedio oscila entre los 18 y 20 grados.
En Lugmapata, las plantas crecen robustas y los frutos se caracterizan por su buena acidez y sus sabores almendrado, frutal y floral, característicos de cada variedad. En el presente año la familia Merino, propietaria de la hacienda, ha exportado 400 quintales de café y la meta para el próximo año es enviar 800 quintales, que están prevendidos.
Sus compradores adquieren los granos de café secos y listos para tostar, debido a que cada empresa les da diferentes puntos de cocción. Los clientes incluso viajaron hasta Pallatanga para conocer la planta de procesamiento y los sembríos.
“Estamos complacidos con la calidad de nuestro café. Tiene particularidades de sabor, aroma y cuerpo que les encantan a nuestros clientes en el extranjero, dice Édgar Merino, socio de la empresa. Este año, después que una empresa lo presentó como producto estrella en la feria de Seattle, los contactaron empresas de Inglaterra y Filipinas que están interesadas en su producto.
Dos variedades de café se siembran en la hacienda Lugmapata, en Pallatanga. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO
El café de Lugmapata obtuvo el primer lugar en el concurso nacional La Taza Dorada en el 2018. Los sembríos están en un espacio de 8 hectáreas.
Merino cuenta que el mercado internacional para el café de especialidad es amplio y la demanda está insatisfecha, por lo que el plan es asociarse a otros agricultores de Pallatanga. “Estoy seguro que todo lo que logremos producir lo vamos a vender, porque el mercado para el café de especialidad se incrementa cada año y los clientes valoran mucho las condiciones en las que producimos nuestro café”, afirma.
El Gobierno Provincial trabaja en la organización de una asociación de cafeteros que está integrada por 19 familias. Ellos reciben capacitación y luego tendrán acompañamiento técnico e insumos.
Se ve una enorme potencialidad en la experiencia de la hacienda Lugmapata y en la predisposición de la familia Merino de vincular a más familias al negocio cafetero, explica Luisa Ulloa, técnica del Gobierno Provincial. “Confiamos en que si logramos un producto de la misma calidad, el café podría convertirse en un polo de desarrollo para Pallatanga”, dice.
En esa zona de la provincia, los productos agrícolas con mayor extensión de siembra son el pimiento y el fréjol, pero los agricultores se quejan por los bajos precios en el mercado, por lo que confían en el café como opción para mejorar los ingresos de sus familias.
“Elegimos el pimiento porque se cosecha cada semana. El problema se da cuando hay sobreproducción, los precios bajan y a veces no logramos recuperar la inversión”, cuenta Emilio Pérez, un agricultor.
Él formará parte de la asociación de cafeteros de Pallatanga, por lo que empezó a investigar sobre el café. Su idea es adquirir plantas de la mejor calidad y obtener un crédito para mejorar su terreno.
En los cantones vecinos, como Cumandá, situado a 30 minutos de Pallatanga, hay 43 familias que buscan rescatar el cultivo del café e iniciar emprendimientos. Son parte del programa de rescate de café y cacao que impulsa el MAG desde el 2016. Como parte del proyecto, las familias recibieron plantas de café arábigo, que se siembran entre los 300 y
1 200 metros de altura.
Hace 20 años, la economía de Cumandá dependía del café. Allí se sembraba café robusta. La producción se comercializaba a intermediarios y luego ellos lo vendían a empresas locales que lo procesaban como café soluble.
“Nuestros padres cuentan que Cumandá era una zona netamente cafetera, incluso la cultura local estaba relacionada con la siembra del café. Pero los intermediarios se aprovechaban de la gente y la rentabilidad era baja, por eso el cultivo casi se pierde”, explica Andrés Arévalo, técnico del proyecto y habitante de Cumandá.
La familia Inca inició un emprendimiento. Ellos siembran café orgánico y lo procesan en molinos artesanales.
Su negocio se llama Finca San Miguel y la meta es exportar su producción. Actualmente comercializan el café molido en las ferias artesanales locales, pero planean mejorar su maquinaria y su presentación para escalar en el mercado internacional. “Queremos crecer y confiamos en nuestro café”, dice Juan Inca, propietario de este negocio.