Para evitar los contagios, los cadetes se ejercitan con mascarillas. Hay rutas establecidas para cada grupo. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO
La pandemia apenas había estallado en el país. Era 17 de marzo y los aspirantes a oficiales del Ejército recibieron la orden de abandonar la Escuela Militar Eloy Alfaro (Esmil) y seguir los estudios de manera virtual, desde casa.
Los cadetes recuerdan que antes de salir entregaron su vajilla, carpa, fusil protocolar y el uniforme de ceremonia.
Todo se guardó en las bodegas. 15 autobuses los esperaban en los patios para trasladarlos a sus respectivas provincias.
Tras los meses más álgidos del coronavirus, 482 estudiantes volvieron de manera escalonada desde finales de julio.
Los últimos en ingresar fueron los más jóvenes, de primer año. Lo hicieron hace 12 días.
Los aspirantes cumplen con medidas de bioseguridad para el entrenamiento militar. Foto: Patricio Terán/ EL COMERCIO
Hoy, la estadía al interior de la escuela ha cambiado. Se aplica un plan para prevenir contagios masivos y eso implica uso de mascarilla, distancia en el comedor y dormitorios.
Melissa Pico es una de las estudiantes más antiguas. Es la brigadier (cadete destacada) de cuarto año y dice que hoy las cosas son más fuertes.
Un proceso de desinfección deben cumplir los cadetes para ingresar a las distintas áreas. Foto: Patricio Terán/ EL COMERCIO
Están restringidos los ‘francos’ o días de salida. La cadete Odalis Coronel, de tercer año, recuerda que solía utilizar ese tiempo para viajar a su natal Otavalo (Imbabura) y pasar con sus padres. Hoy no lo puede hacer. Se limita a hablar virtualmente con ellos los domingos. Lo mismo hace el cadete Jean Gallegos con sus padres que viven en Loja.
La Esmil permite que se conecten con ellos. Los jóvenes aprovechan ese día para hablar con sus allegados. Los amigos del cadete Miller Chuquimarca lo sorprendieron. Cuando él encendió la pantalla vio globos, serpentinas y un cartel que decía: felicitaciones.
Así lo festejaron por haber terminado el curso de selva en Coca (Orellana). “A la distancia uno siente el cariño”.
Debido a la pandemia se suspendieron los francos para los cadetes. Foto: Patricio Terán/ EL COMERCIO
El mayor Diego Aguirre, jefe de comunicación de la Esmil, dice que si bien los ‘francos’ están restringidos, no están suspendidos. La idea es salgan menos de las instalaciones. Los últimos días libres se otorgaron en el feriado por el 2 y 3 de noviembre. A su regreso, a todos se les tomó la temperatura y se les aplicó pruebas rápidas para detectar el covid-19.
En las áreas de estudio, como la biblioteca, los aspirantes cumplen con el distanciamiento social. Foto: Patricio Terán/ EL COMERCIO
Este año no están permitidas las actividades recreativas y las competencias deportivas. “No estamos acostumbrados a eso, pero sabemos que es por nuestra seguridad”, advierte el subrigadier William Soria, de cuarto año.
Él cuenta que todos los alumnos fueron divididos en grupos de hasta 10 estudiantes.
Quienes pertenecen a ese pelotón duermen, estudian, entrenan y comen en espacios definidos. La intención es que si uno se enferma, se aísle a la menor cantidad de cadetes.
El entrenamiento en la piscina está suspendido al igual que los deportes de contacto y los partidos de fútbol y baloncesto. Cada grupo tiene destinada una ruta por la que todos los días debe trotar. No puede cambiar de camino y el uso de mascarilla es permanente.
El capitán William Sevillano, instructor de educación física, cuenta que hicieron un acondicionamiento físico diferente. Los cuatro meses que los cadetes estudiaron de manera virtual generó que retornen con “unas libras de más”.
La pandemia también trastocó la organización en las clases. La formación que se hacía en el patio principal al iniciar las jornadas a las 05:30 ahora se hace en cuatro grupos en distintos lugares de la Esmil.
Un grupo de cadetes vigila que se cumplan las medidas de bioseguridad. Luis Fierro cursa el tercer año. En su hombro izquierdo porta un brazalete verde. Está pendiente que sus compañeros usen mascarilla, porten su frasco de alcohol y se desinfecten antes de entrar a las clases o al comedor.
Los profesores civiles, que imparten administración, inglés y ciencias exactas, lo hacen por la plataforma electrónica que habilitó la escuela. No pueden ingresar al recinto.
El aforo máximo en las aulas es de 15 estudiantes, pero por lo general se ocupan solo 10 bancas, cada una separada a tres metros. Por eso, cada párelo ocupa dos salones distintos. En la biblioteca y cuatro auditorios se reciben a grupos de hasta 24 alumnos.