Lo primero que vio en la página web fue el precio. Era el celular más barato y último modelo. El supuesto dueño decía que lo vendía por viaje y que necesitaba el pago en efectivo.
Lo que más llamó la atención fue el mensaje: “100% garantizado”. Tatiana llamó al número celular que se exhibía en la Red, pactó una reunión, pero no asistió el dueño, sino una mujer que se identificó como su hermana. Chequeó el aparato, verificó si servía y en ese momento pagó USD 700. Un mes después la operadora telefónica bloqueó el equipo porque estaba reportado como robado.
Los agentes saben que estas negociaciones fraudulentas a través de Internet ganan espacio y se convierten en canales irregulares para comercializar bienes que pueden ser robados.
Hasta hace dos años, cuando apareció el plan Anticachinerías, estos negocios operaban en locales clandestinos o tras la fachada de locales lícitos. Hoy se vuelven recurrentes las denuncias que detallan la misma característica de una cachinería y que derivan incluso en fraudes, pero a través de las Red.
Solo en Quito se han presentado 34 denuncias relacionadas con esta modalidad en lo que va del año. En el 2014 se registraron 54, pero los agentes creen que se reportan menos del 20% de los hechos.
Una razón es que solo denuncian quienes no quedaron satisfechos con el producto, como Tatiana. El resto de compradores, con o sin conocimiento del origen ilegal, aprovecha los bajos precios de los equipos.
En la Red se despliegan cientos de páginas que ofrecen este tipo de transacciones en el Ecuador; tres son las más grandes y reúnen miles de perfiles.
La gama de productos es amplia: desde televisores hasta cunas de bebé. Todo lleva la etiqueta de ‘objetos de segunda mano’. Un investigador de la Policía asegura que no todo lo que hay allí tiene origen ilícito, aunque reconoce que los bienes de fácil comercialización son más susceptibles a ser de origen ilegal. Estos son celulares, cámaras digitales, radios para automóviles, aros, joyas, TV y equipos de sonido.
La mutación de las cachinerías incluso ha vuelto confuso qué unidad de la Policía indaga esas denuncias. Si la venta de objetos robados se da en cualquier lugar físico, la investigación está a cargo de la Brigada de la Propiedad. En cambio, si es por la Web, eso lo pueden hacer agentes de Misceláneos.
Los investigadores han detectado dos modalidades para ejecutar esta venta y estafa en Internet: la primera es anunciar la comercialización de un bien y asegurar que el vendedor está fuera de la ciudad. La idea es evitar que el cabecilla de la red sea detenido.
La segunda es ofrecer un aparato robado y pedir como parte de pago la entrega de otro bien, que luego será comercializado.
En una denuncia, una persona detalla que a través de Internet compró el radio de un carro, el cual le habían robado tres semanas antes. Buscó las características del equipo que tenía antes y las halló en una página web.
El precio era “bastante bajo”. Supuestamente el vendedor estaba fuera de la provincia. Por eso solo se contactó por teléfono y habló con un hombre. Luego de eso envió el dinero a Loja a nombre del vendedor. 24 horas después recibió el radio usado y descubrió que se trataba del aparato que le habían sustraído.
“Uno cree que los objetos robados solo estaban en las cachinerías, pero hoy también hay en Internet”, cuenta.
La denuncia que presentó en enero aún no tiene respuesta. A pesar de que proporcionó los datos del vendedor, la Policía descubrió que eran ficticios y que el perfil fue borrado.
Seguir el rastro de un falso comerciante en la Red se complica porque puede ocultarse entre miles de nombres.
Lo que está claro es que operan entre dos y cuatro personas. A través del análisis de las denuncias también se ha descubierto que entre los ‘vendedores’ hay mujeres o adultos mayores, quienes se encargan de hacer el primer contacto con la persona interesada. Su trabajo consiste en dar “confianza” y concretar una venta.
Edwin Castelo, intendente de la Policía, indica que en promedio se realizan 10 operativos al mes en contra de locales que venden objetos de origen sospechoso en Quito. Pero asegura que no hay control de lo que ocurre en Internet. El año pasado, la Policía decomisó 15 000 artículos robados en la capital.
El éxito de estas transacciones es también la forma en la que se concreta el pago: al contado para no dejar rastro, por envío de dinero y mediante la entrega de otro aparato electrónico. Incluso una de las modalidades es la intimidación.
“¡Si quiere me deposita un adelanto y aseguramos el negocio, caso contrario no me haga perder el tiempo porque tengo más interesados!”, le dijo el supuesto propietario de un auto cuando Fausto trató de comprar este bien por Internet.
Al final, el cliente depositó USD 4 500. Recibió el vehículo, le gustó y canceló una segunda parte. Durante cinco meses no tuvo problema, hasta que en una revisión con el mecánico descubrió que el número de serie estaba borroso y necesitaba acudir a la Policía. Ese día se dio cuenta que era robado. Desde entonces el carro quedó confiscado como evidencia.