En el muelle del Malecón 2000 se ultiman los detalles para el zarpe del Buque Escuela Guayas para un periplo de 294 días. Fotos: Enrique Pesantes / EL COMERCIO.
Nunca navegó tan al norte ni tan al sur. Jamás ha visitado puertos tan distantes como Alejandría, en Egipto; y Doha, en Qatar. Nunca estará tan lejos de su puerto como ahora.
Este 12 de mayo, el Buque Escuela Guayas (Besgua), de la Armada del Ecuador, zarpará desde Guayaquil para dar su primera vuelta al mundo. Es un periplo histórico de 294 días (10 meses), 23 puertos de 21 países y concluirá el 1 de marzo del 2016. Además de ser un viaje de instrucción también reforzará la promoción turística del país.
Ser parte de la tripulación del crucero número 29 no es un privilegio. Es una carga y un honor, como dice una lápida de madera, en el pasillo junto al camarote del capitán.
155 hombres y mujeres, entre ellos 54 guardiamarinas de la Escuela Superior Naval de Salinas, vivirán aventuras inciertas por océanos enfurecidos, puertos desconocidos, climas diversos, zonas de náufragos africanos y rutas asediadas por piratas somalíes.
“Navegaremos por todos los mares del mundo, en travesías de más de 5 000 millas… Es una experiencia fantástica”, dice el capitán Carlos Zumárraga Asanza, quien ingresó al Guayas como guardiamarina, luego como oficial, jefe de varios departamentos y ahora está al frente como comandante.
Con su cámara ha captado paisajes impresionantes de la Antártida, de ocasos en medio del océano y del majestuoso Guayas frente a costas extranjeras. Ahora llevará un dron y una Go Pro para inmortalizar esta hazaña en imágenes.
El viento, explica, es determinante para marcar el recorrido. Es, además, el principal combustible de este velero tipo bergantín, construido en los astilleros de Celaya, en Bilbao (España), en 1975.
“El buque siempre tiene un tercio de la tripulación despierta -cuenta Zumárraga-. Nuestro horario depende del viento. Así que, si cambia, a la hora que cambie, tendremos que levantarnos”. Usualmente nadie duerme más de seis horas al día, horas que pueden reducirse a tres si se topan con feroces tormentas marinas.
El Pacífico, bajo la latitud 50, es uno de los trayectos más severos. La tradición naval cuenta que quienes atraviesan el trémulo Cabo de Hornos, al extremo sur de América, tienen la libertad de comer con los pies sobre la mesa. Este será un paso inevitable al retorno, entre Nueva Zelanda y Valparaíso.
Otro paso temible es el Atlántico, 23 días de navegación rumbo a Belfast (Reino Unido). Allí los tripulantes experimentarán un día que parece eterno por el cambio de huso horario.
En sus aguas inquietas se sumergirá estrepitosamente el mascarón del cóndor andino que adorna la proa. En esa inmensidad el Buque Escuela lucirá tan pequeño y para muchos, pese a la experiencia, es inevitable evitar el mareo.
Para el sargento primero Rómulo Arias, encargado de telecomunicaciones, este será su tercer crucero. El primero, de instrucción, fue en 1993 y recuerda que no comió por tres días. “Finalmente tuve que comer o moriría. El mareo queda a un lado y hay que seguir trabajando”. Ahora esa es solo una anécdota, pues su oficio demanda estar alerta, para enviar y recibir reportes tres veces al día durante el viaje.
A bordo, todos cumplen una misión. Hay técnicos, ingenieros, médicos, sastres… El cabo segundo Miguel Aguilar es el encargado de peluquería. En su camarote arregla las máquinas y tijeras para el viaje. Pero también lleva un cuchillo.
El trayecto por el Cuerno de África (entre Egipto, Arabia Saudita y Qatar) ha sido evaluado con cautela. El escenario de la reciente película Capitán Phillips también es parte del periplo del Buque Escuela.
Toda la tripulación ha sido entrenada para actuar en caso de un posible ataque de piratas en la zona de Somalia (África). Se han preparado con algunos fusiles y coordinan guardias permanentes por la seguridad de esta embarcación teñida de blanco y no de gris, el color que identifica a las naves militares.
En esta semana no han cesado los preparativos, que son más minuciosos en el cuarto de máquinas. Con su overol teñido de grasa, el suboficial Gilberto Cruz calibra los motores, que deben estar en perfecto estado para las maniobras de anclaje en cada puerto al igual que las máquinas que convierten agua salada en potable. El Besgua puede almacenar hasta 16 000 galones para saciar las necesidades de los marinos.
Son 208 días en los que no verán tierra (solo estarán 86 en puerto, en promedio entre tres y cuatro días por país). Pero para los tramos más extensos también hay actividades de entrenamiento.
El suboficial Renán Reina, encargado del área técnica y de soldadura, recuerda las olimpiadas a bordo. “Hay concursos, como quien clava más clavos en menos tiempo, en los palos trinquete, mayor y mesana. Y hasta se puede jugar fútbol en la toldilla, con pelotas hechas con medias”.
Otro reto, y particularmente para el suboficial Víctor Hugo Rodríguez, es conservar una dieta ecuatoriana en este largo viaje. El pasado jueves, el chef, uno de los tripulantes más antiguos, preparó una guatita con maduro y caldo de mondongo.
Cocinó con la vista del Malecón 2000, donde anclaron hasta el zarpe. Pronto lo hará en lugares con gastronomías tan distintas, como la India. “De aquí llevamos la base: el arroz y los fréjoles -que ocupan un camarote-”. El resto, dice, es una pizca de ingenio para que nunca falte ese sabor criollo.
Datos importantes
– 22 de mayo de 1975 se firmó el contrato de construcción.
– 14 600 millas recorrió en su primer crucero, en 1978.
– 1 611 M2 es la extensión de la superficie de sus velas.
– 86 días permanecerá en distintos puertos del mundo.
– 182 personas es su capacidad de alojamiento.