El canciller brasileño, Celso Amorim, defendió ayer ante el Senado de su país la presencia del presidente depuesto de Honduras, Manuel Zelaya, en la Embajada brasileña en Tegucigalpa que, aseguró, conduce a un diálogo que antes no existía. “Brasil hizo lo correcto”, aseguró Amorim.
Ante preocupaciones de los senadores, Amorim confirmó que cerca de 60 seguidores de Zelaya están en la Embajada, y que Brasil pide que ese número se reduzca. También reiteró que su Gobierno no supo de las intenciones del Presidente depuesto hasta media hora antes de aparecer ante la Embajada.
“Brasil se aparta de los grandes problemas internacionales y está preso de un pequeño país”, criticó el opositor Arthur Virgilio, quien acusó al gobierno de Lula da Silva de “comprar la agenda política de (el presidente de Venezuela, Hugo) Chávez”.
“Una posición democrática contra todos los tiranos, no solo contra (Roberto) Micheletti”, pidió el diputado verde Fernando Gabeira, al criticar los encuentros del presidente Lula da Silva con algunos líderes africanos.