Bomberos: en Guayaquil nos llamaban personas aterradas por el covid-19; unos querían suicidarse

Hamilton Flor y Jorge Andrés Mogrovejo. Foto: Enrique Pesantes/ EL COMERCIO

Hamilton Flor y Jorge Andrés Mogrovejo. Foto: Enrique Pesantes/ EL COMERCIO

Hamilton Flor y Jorge Andrés Mogrovejo. Foto: Enrique Pesantes/ EL COMERCIO

El miedo a morir con covid-19 lo devastó. El resultado positivo de una prueba rápida bastó para que Pedro intentara terminar con su vida. El terror al virus lo llevó a la terraza de su casa para lanzarse al vacío.

Su familia no sabía qué hacer y los vecinos del conjunto residencial, donde habita, tampoco. La única opción fue llamar a los Bomberos. Un equipo de emergencia asistió al lugar y un psicólogo pudo disuadir al hombre, que permanecía inmóvil y con el rostro desencajado al filo de la azotea.

El hecho sucedió a finales de marzo y para Hamilton Flor fue un caso que lo marcó. Él fue el psicólogo que atendió esa emergencia y recuerda que Pedro estaba paralizado del miedo. Fue necesario medicarlo para que se tranquilizara.

Ahora, cuando las cosas se han tranquilizado un poco en Guayaquil, Flor sabe que ese intento de suicidio no era una exageración. En esos días, en el Puerto Principal, el virus cobraba la vida de hasta 400 personas por día.

Las familias sacaban los cuerpos de sus allegados a las calles. Había temor a contagiarse. Las funerarias colapsaron y los hospitales estaban desbordados.

Las líneas de la Policía y del ECU-911 registraban congestionamiento. Igual ocurría con el número 171, habilitado para responder inquietudes sobre el virus.

Por eso, el Cuerpo de Bomberos puso en marcha su servicio de atención psicológica a través de celulares. Cinco psicólogos contestaban llamadas desde las 08:00 hasta las 22:00.

Jorge Andrés Mogrovejo era parte de ese grupo. Entre marzo y abril escuchó a decenas de personas llorar al otro lado de la línea. “Mi hijo no puede respirar y está solo en su casa. Yo no puedo salir, porque soy vulnerable y mi esposo tiene discapacidad. Ayúdeme por favor”, le suplicaba una mujer.

Mogrovejo dice que esa desesperación le conmovió e hizo todo lo posible para que una ambulancia fuera a la casa del hijo. Después, la mujer se comunicó para agradecerle.

También le llamaban personas que perdieron a sus madres, padres e hijos por el virus.

En esos casos, él les guiaba para que tengan un duelo. “Una señora me llamó llorando y me pedía ayuda para que alguien retirara el cuerpo de su esposo.
Eran testimonios conmovedores. A veces, la gente solo quería ser escuchada”.

El psicólogo recuerda haber recibido llamadas de personas que por el encierro tenían cuadros de insomnio, sudoración en exceso y ansiedad elevada.

En esos casos, recomendaban técnicas de distracción. Por ejemplo, si a una persona le gustaba escribir les recomendaban relatar todo lo que pasaba en un diario o leer un libro.

La pintura y películas eran otras formas de disipar la mente. Entre marzo y mayo, el grupo de psicólogos del Cuerpo de Bomberos de Guayaquil recibió 200 llamadas.

Allí estaban personas que incluso se comunicaban de Quito, Cuenca y Ambato.

En una ocasión recibieron una conexión desde los Estados Unidos. Una ecuatoriana de la tercera edad les pidió ayuda para mantener la calma durante los ataques respiratorios provocados por el virus.

Pero las atenciones de los psicólogos no solo fueron para la ciudadanía. Dentro de las filas de los Bomberos también tuvieron golpes emocionales.

El fallecimiento de nueve compañeros generó incertidumbre, en especial en la cuarta y quinta Brigada que operan en el Suburbio y Guasmos. El virus mató a sus comandantes.

El mayor Luis Páez fue uno de ellos. Él murió el 24 de abril. Guillermo Lázara fue otro comandante caído. Tenía más de 10 años de servicio. En cuatro ocasiones disuadió a personas que querían lanzarse de edificios y puentes. El 28 de abril se confirmó su deceso.

“JB4 y JB5, que eran los códigos con los que ellos se identificaban por la radio, han sido reemplazados, pero sus alumnos y amigos siempre los asociarán a ellos”, dice el psicólogo Flor. Él dio apoyo psicológico a las familias de los dos fallecidos y a sus compañeros.

A través de cinco sesiones de 30 minutos pudo canalizar las emociones del equipo.

Ahora, los psicólogos-bomberos todavía atienden por teléfono. A pesar de que en Guayaquil el miedo por el contagio del coronavirus cada vez es menor, las secuelas de la emergencia y el confinamiento han generado nuevos problemas por la pérdida de empleo.

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